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97. Otra historia

Jacek Yerka a solas
Imágenes de este mundo

I

Instalación I *

II

Instalación II *

III

Instalación III *

* Los títulos son nuestros.

90. Otra historia

I

Quienes escribieron sobre la vejez, empezando por Cicerón, rondaban los sesenta años. Hoy el sexagenario sólo es viejo en sentido burocrático, por haber llegado a la edad en que generalmente tiene derecho a una pensión. Al octogenario, salvo excepciones, se le consideraba un viejo decrépito de quien no valía la pena ocuparse. Hoy, en cambio, la vejez, no burocrática sino fisiológica, comienza cuando uno se aproxima a los ochenta años. (...) El desplazamiento ha sido tan grande que el curso de la vida humana, dividido en tres edades tradicionalmente y también ahora en las obras sobre el tema del envejecimiento y en los documentos oficiales, se ha prolongado en la llamada "cuarta edad". Nada prueba mejor, sin embargo, la novedad del fenómeno que comprobar la falta de una palabra para designarlo: también en los documentos oficiales a los agés les siguen los très agés. Quien les habla es un no mejor definido très agés, dice Norberto Bobbio en las primeras páginas de De senectute.

II

Sivori y Jim Jarmusch se conocieron en el mes de septiembre de 2005 en el marco del Festival de Cine de San Sebastián. Sivori terminaba de filmar su tercera película, Mensajes de voz, y Jarmusch venía de obtener en mayo el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes por su película Broken Flowers y le contó a Sivori, una noche, mientras tomaban vodka en un bar frente a la playa de La Concha, que había escrito el guión antes del estreno de Lost in Traslation de Sofia Coppola pensando que el personaje de Don Johnston debía representarlo Bill Murray.
Jarmusch y Sivori tenían entonces la misma edad: 52 años. Flaco, muy alto, con el pelo blanco y un rostro juvenil, Jarmusch bebía y fumaba y hablaba en una noche clara y templada mientras el mar rompía con mansedumbre en la playa y Sivori lo escuchaba embelesado. Si a alguien y si algo admiraba Sivori, en el cine, eran a Jarmush, a sus films y a sus estrategias para mantenerse a salvo de los compromisos con las corporaciones.
Por eso cuando Jarmush le preguntó por sus películas lo primero que pensó Sivori era que se trataba de una formalidad amistosa y cordial, pero pronto comprendió que lo hacía con interés genuino. Así que le habló, Sivori a Jarmusch, de una manera acotada y breve de sus tres películas: Parra, de 1995; El cuerpo, de 2000; y Mensajes de voz, de ese mismo 2005. Jarmusch, entonces -y Sivori quedó perplejo- le dijo que había visto El cuerpo en una copia que le había pasado su mujer, Sara Driver, que la había visto en el Festival de San Petersburgo cuando El cuerpo obtuvo el Premio del Público.

III

María Fournier se va, vuelve a París para acompañar a su madre en la mudanza a una granja en las afueras de Lisieux en la Baja Normandía. Después volverá a Buenos Aires. No sabe bien cuándo. Porque además de la mudanza, cuando regrese a París, tiene que cerrar el departamento del Pasaje Dauphine y debe despedirse de alguien. ¿De quién? De alguien. De alguien, además, que no quiere que ella se venga a Buenos Aires. Él no dice nada. Sivori le pregunta si la decisión de todas maneras está tomada. Carola propone que brinden. No volverán a verse, ella y María, hasta dentro de un año porque Carola se quedará en Bruselas. Él no dice nada. No puede decir nada. No está en condiciones de agregar una sola palabra más porque el tema de la despedida de alguien le cortó la respiración, le nubló le vista, le hizo -como se dice- un nudo en el estómago. Sí, le dice María a Sivori, no sé cuánto tiempo me llevará eso, pero no hay vuelta atrás. Se levanta un poco de viento y los manteles sobre las mesas del patio del restaurante del Museo Evita, en la calle Gutiérrez, se agitan. Pero el cielo está estrellado y no hace frío. Y él se encuentra pensando que creía que nunca más le pasaría una cosa así.

IV

Julie Delpy y Bill Murray

V

Love loves to love love.

(Joyce, Ulises)

76. Otra historia

Así que fueron a comer a Guido, en República de la India, y después volvieron al departamento de Carola en Cerviño y Lafinur para ver 06/05 de Theo van Gogh, que a él le interesó menos de lo que le interesa a Sivori seguramente por motivos diferentes. Y María Fournier se mostró amigable y servicial: preparó las copas, abrió una caja de chocolates que había traído de Bruselas y se sentó junto a él, en un sillón de dos cuerpos, para ver la película. Y él no pudo ni quiso dejar de mirarle las piernas, las manos, la boca: una mujer consistente. Entonces quedaron, él y María Fournier, en volver a verse en un par de días.
Ahora, dice María, su madre quiere irse a vivir al campo, a una casa que su padre tenía en la Baja Normandía, cerca del mar y no muy lejos de París. Su madre, Julia, ya no quiere hacer más nada y vivir de una huerta y algunos animales le llena los ojos de vida. Por eso ella, María, en un año sabático, ha venido unos días con Carola a Buenos Aires. Los planes son estos: Carola se quedará todo un año en Bruselas, María se vendrá a Buenos Aires ese año y vivirá en el departamento de Carola; después de este viaje de toma de contacto María volverá a París y asistirá a su madre en la mudanza. Después regresará ya para quedarse.
La madre de María, Julia, había nacido en Rosario y después había pasado una temporada en Buenos Aires, donde conoció a Paul Fournier. Siempre ha contado la madre de María, que fue un amor a primera vista. Entonces se fue a París con Paul Fournier, y se casaron allá, y vivieron en la casa de él en el Passage Dauphine, 6e Arrondissement, y ella siguió viviendo en esa casa con ella, con María, después de que el padre de María una noche se suicidó en un hotel de mala muerte de la Rue des Écoles sin que hasta el día de hoy ella, María, su hija, haya podido saber si había habido una causa -siempre la hay en un suicidio- que pusiera a ese hombre en el camino del final, pero su madre siempre insistió en que su marido no tenía ningún motivo, a fines de los años '70, absolutamente ninguno, para tomar una decisión como esa.


66. Otra historia



Las cosas se descubren a través de los recuerdos que de ellas se tienen. 
Recordar una cosa significa verla -solamente ahora- por primera vez.
Cesare Pavese


Escribir es siempre un combate del escritor contra sí mismo (mejor aún: son muchos combates particulares).
Peter Handke


Un ejemplo: huir en la dirección equivocada.

Si la realidad no existe, o es sólo un discurso, o un conjunto de discursos sociales que componen eso que se ha dado en llamar la realidad, si la realidad es una ilusión óptica, ¿qué produce el dolor?
La respuesta es clara y distinta: los sentimientos.
El dolor es producido por los sentimientos.
Y los sentimientos son la única realidad.

Mientras toman un par de cervezas en la terraza de un bar a la vuelta de su casa Sivori le dice que está en Buenos Aires Carola, su amiga Carola Holms que es traductora simultánea en la Unión Europea y que vive en Bruselas. Está en Buenos Aires, esta vez, dice Sivori, con una compañera de trabajo, una mujer que se llama María Fournier. Cuando se encuentran, Carola y Sivori, sostienen una relación de mucho cariño, les gusta ver películas juntos y se arma entre ellos un fluido erótico que los reúne más. Carola Holms vive en Bruselas con su novia, Simone Borghini, una chica elegante, atractiva y llena de dinero. Accionista de numerosas empresas tiene una participación en la filial belga de Zentropa, la productora cinematográfica de Lars von Trier. María Fournier es un par de años menor que Carola, francesa de madre argentina y también traductora simultánea en la Unión Europea. Esta noche, le dice Sivori, vamos a comer a Guido, en República de la India, que no está en su mejor momento pero que a Carola le encanta y quiere que María lo conozca.
¿Venís?

Los diccionarios no sirven para escribir y para casi nada. Pero si se los consulta se verá que las nociones de real y realidad son exactamente opuestas a las que aquí consideramos exactas: real se aplica por oposición a imaginario o inexistente y realidad sería el hecho de existir. La Real Academia y María Moliner suscriben estas definiciones por ausencia, como cuando dicen que el frío es ausencia o falta de calor. Mejor entonces ni preocuparse por buscar para ver qué dicen de existencia porque las cosas se les complican. Baste decir entonces y por ahora que todos los personajes de esta historia son.

62. Otra historia

El presente, la realidad y la ficción no existen.
Son discursos.
Y a veces no llegan ni a eso.

Lars von Trier, 2003