I
Quienes escribieron sobre la vejez, empezando por Cicerón, rondaban los sesenta años. Hoy el sexagenario sólo es viejo en sentido burocrático, por haber llegado a la edad en que generalmente tiene derecho a una pensión. Al octogenario, salvo excepciones, se le consideraba un viejo decrépito de quien no valía la pena ocuparse. Hoy, en cambio, la vejez, no burocrática sino fisiológica, comienza cuando uno se aproxima a los ochenta años. (...) El desplazamiento ha sido tan grande que el curso de la vida humana, dividido en tres edades tradicionalmente y también ahora en las obras sobre el tema del envejecimiento y en los documentos oficiales, se ha prolongado en la llamada "cuarta edad". Nada prueba mejor, sin embargo, la novedad del fenómeno que comprobar la falta de una palabra para designarlo: también en los documentos oficiales a los agés les siguen los très agés. Quien les habla es un no mejor definido très agés, dice Norberto Bobbio en las primeras páginas de De senectute.
II
Sivori y Jim Jarmusch se conocieron en el mes de septiembre de 2005 en el marco del Festival de Cine de San Sebastián. Sivori terminaba de filmar su tercera película, Mensajes de voz, y Jarmusch venía de obtener en mayo el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes por su película Broken Flowers y le contó a Sivori, una noche, mientras tomaban vodka en un bar frente a la playa de La Concha, que había escrito el guión antes del estreno de Lost in Traslation de Sofia Coppola pensando que el personaje de Don Johnston debía representarlo Bill Murray.
Jarmusch y Sivori tenían entonces la misma edad: 52 años. Flaco, muy alto, con el pelo blanco y un rostro juvenil, Jarmusch bebía y fumaba y hablaba en una noche clara y templada mientras el mar rompía con mansedumbre en la playa y Sivori lo escuchaba embelesado. Si a alguien y si algo admiraba Sivori, en el cine, eran a Jarmush, a sus films y a sus estrategias para mantenerse a salvo de los compromisos con las corporaciones.
Por eso cuando Jarmush le preguntó por sus películas lo primero que pensó Sivori era que se trataba de una formalidad amistosa y cordial, pero pronto comprendió que lo hacía con interés genuino. Así que le habló, Sivori a Jarmusch, de una manera acotada y breve de sus tres películas: Parra, de 1995; El cuerpo, de 2000; y Mensajes de voz, de ese mismo 2005. Jarmusch, entonces -y Sivori quedó perplejo- le dijo que había visto El cuerpo en una copia que le había pasado su mujer, Sara Driver, que la había visto en el Festival de San Petersburgo cuando El cuerpo obtuvo el Premio del Público.
III
María Fournier se va, vuelve a París para acompañar a su madre en la mudanza a una granja en las afueras de Lisieux en la Baja Normandía. Después volverá a Buenos Aires. No sabe bien cuándo. Porque además de la mudanza, cuando regrese a París, tiene que cerrar el departamento del Pasaje Dauphine y debe despedirse de alguien. ¿De quién? De alguien. De alguien, además, que no quiere que ella se venga a Buenos Aires. Él no dice nada. Sivori le pregunta si la decisión de todas maneras está tomada. Carola propone que brinden. No volverán a verse, ella y María, hasta dentro de un año porque Carola se quedará en Bruselas. Él no dice nada. No puede decir nada. No está en condiciones de agregar una sola palabra más porque el tema de la despedida de alguien le cortó la respiración, le nubló le vista, le hizo -como se dice- un nudo en el estómago. Sí, le dice María a Sivori, no sé cuánto tiempo me llevará eso, pero no hay vuelta atrás. Se levanta un poco de viento y los manteles sobre las mesas del patio del restaurante del Museo Evita, en la calle Gutiérrez, se agitan. Pero el cielo está estrellado y no hace frío. Y él se encuentra pensando que creía que nunca más le pasaría una cosa así.
IV
Julie Delpy y Bill Murray
V
Love loves to love love.
(Joyce, Ulises)
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