I
Pero ¿y él?
¿Fue presa de una ilusión óptica y no se dio cuenta de que había caído
en una de esas redes tendidas precisamente para eso, para atrapar entes que le
sirvieran, a ella, de alimento y goce?
Sí, se dio cuenta.
Y no sólo eso, en apenas tres o cuatro meses tuvo evidencias del
carácter explosivo de ella que hacía volar en añicos las maneras de la
moderación.
¿Tuvo entonces responsabilidad o participación en los estragos de que
fue objeto durante un par de años?
Sí, las tuvo.
Pero no pudo, casi nunca ha logrado hacerlo, sustraerse al
empecinamiento de la conquista. Y cuanto, en apariencia, más difícil, más
lejana o inacceseble, más.
Todo esto se entendería mejor en términos
freudianos. Sin embargo la intención de esta historia es apelar a un sistema de
comprensión de la realidad independiente de los sistemas imperantes en el siglo
XX.
II
Por eso -se anticipó en 68. Etcétera- la
obra de Louise Bourgeois resulta tan difícil de comprender por el
psicoanálisis: porque parece inspirada en el psicoanálisis, o porque parece una
máquina de promover interpretaciones psicoanalíticas.
Hay un texto de
Bourgeois explícito en otro sentido. En castellano, aproximadamente, dice:
Tengo miedo del
silencio.
Tengo miedo de la
oscuridad.
Tengo miedo de
caer.
Tengo miedo del
insomnio.
Tengo miedo del
vacío.
¿Hay algo
perdido?
Sí, algo está
perdido y siempre estará perdido:
La experiencia de
la vacuidad.
Extrañar.
¿Qué extrañas?
Nada.
Soy imperfecta
pero no extraño nada.
Tal vez falta
algo pero no lo sé y por eso no sufro.
Estómago vacío,
casa vacía, botella vacía.
La caída en el
vacío señala el abandono de la madre.
Es un poema. Y es una declaración, o una
manera de enunciar una política de la intimidad y de la
creación. Como cuando
Bourgeois, en otro texto, dice: Tengo miedo del poder. Me pone
nerviosa. En la vida real. Yo me identifico con la víctima.
Louise Bourgeois tenía miedo del vacío. Y
ese era el sentido de sus obras. O de sus visiones.
III
Hoy Max Legget, William Leonard Gates y
Robert Williamson se disputan el trono del Reino de Redonda. En los años '90 John
Wynne-Tyson abdicó en favor del escritor español Javier Marías y de la
tradición literaria a la que Redonda, una isla desierta que depende desde 1865
de Antigua y Barbuda en el Mar Caribe, le debe su entidad. Se desconoce su
superficie exacta, carece de Internet y de teléfonos.
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