Sivori, obvio, no se llama Sivori.
Sivori es un personaje creado por él para escribir su última novela.
En esa novela, Cine, Sivori es un director de cine independiente que acepta un encargo: filmar una película sobre Evita, y es el protagonista de la novela, él y sus vicisitudes frente al proyecto que aceptó y frente a las vicisitudes de la vida misma.
María vuelve a reírse:
-Sivori... -dice-. No está mal. Y le gusta que lo llames así.
-Se divierte. Le gusta, es un poco raro. Él no es así, él no es Sivori, pero es como si le gustara serlo.
-¿Tomamos otro café?
-Sí, claro.
Se la ve cómoda, a ella, sentada en ese silloncito de lata en la terraza del bar. Se la ve como si hubiese encontrado un tramo de calma chicha en aguas normalmente agitadas.
Entonces es él, ahora, quien tiene ganas de fumar un cigarrillo.
Saca uno del paquete que ella dejó sobre la mesa.
María juega con el encendedor entre los dedos, lo mira, y le da fuego.
-El productor de Sivori -dice él- muere de un infarto en medio de las negociaciones para filmar la película. Su hija, que siempre se ha llevado mal con el padre, está trabajando como meritoria de dirección y el vínculo con él se estrecha más...
-Pero es verdad que Sivori -dice María- estaba enamorado de la mujer de enfrente.
-Sí, eso es verdad. ¿Cómo sabés?
-Carola tenía el libro en su casa y lo empecé a leer anoche.
Él fuma. Mira el cielo sin luna y casi sin estrellas. Alguna vez, Sivori y su productor, Dippy, volvían a fumar en La Placita, que está a una cuadra. Y para hacerlo tenían que salir del bar.
Ya no se fuma en el interior de los bares de Buenos Aires. Ni en las películas. Ni en muchas reuniones en casas particulares. Nada se extraña tanto como los malos hábitos. O el humo.
-De hecho -dice él-, la mujer de enfrente fue la que me inspiró casi toda la novela.
-Creés en la inspiración.
-No. Era una manera de decir.
-Ah, qué bueno.
Se acerca una moza y él le pide otros dos cafés y una botellita de agua fría sin gas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario