¿Te hice llorar alguna vez?
La pregunta escrita en la parte superior a lo largo de las dos páginas de una semana abierta del mes de abril lo estremece.
Tamara estaba a punto de cumplir 26 años.
Hija de un catalán inefable de derecha y de una rusa desorientada ella habla a veces más de su abuela, Mariana Andréyev.
Ahora él le pregunta si se acuerda dónde se dieron el primer beso. Ella arma su más espléndida sonrisa y no dice nada, lo que quiere decir, piensa él, que para ella todos los besos que se dieron fueron los primeros o que no, que no se acuerda pero que no le da a esa falta de recuerdo ninguna importancia.
Se conocieron en el diario en el que trabajaban, ella en Moda&Tendencias, él en Sociedad.
Ella dibujaba los diseños de otros en notas ilustradas con fotos y sus dibujos. Él escribía sobre temas llamados de interés general. Ya se había negado dos veces a pasar a Cultura y sabía que la próxima vez no podría decir que no...
Un día -ella se estaba separando de su primer marido, que después se iría a vivir a México, y se negaba mientras tanto a que las cosas entre ellos progresaran- algo cambió. Un día se encontraron en el ascensor, o él hizo todo lo posible para que se encontraran en el ascensor, o ella hizo lo necesario para que se encontraran en el ascensor, y mientras bajaban se besaron.
El encuentro de hoy, él lo intuye en los gestos de ella, en pequeñísimos silencios antes de cambiar de un tema a otro, está por terminar, y no tolera bien, él, ese hecho: que este encuentro en el bar Los Galgos termine.
¿Se besarán cuando se despidan?
Hoy ella, Tamara Maragall, la chica que más lo ha querido en la vida, es tendencia.
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