Tiene razón Sivori cuando le dice que Carola y María antes que sofisticadas están inscritas por las circunstancias o por los modos de sus vidas laborales. No están donde están sólo porque quieren sino porque para estar donde están es necesario algo en el orden del desprendimiento y de la moderación. No se puede pretender que la gente se entienda mejor gracias a tu trabajo si no hacés tu trabajo con una dedicación que a veces se pone por arriba de todo, como una exigencia. Mi hija se llama Mora, dice él, cumplió 24 años, recién se recibió de arquitecta y tiene una enorme imaginación para diseñar edificios, proyectos nuevos, en medio de espacios condicionados por otros edificios tanto o más originales o creativos que el que vendrá a sumarse. El mes que viene empieza una pasantía en el estudio de Pelli para el edificio corporativo de una empresa en Puerto Madero Sur. Mora vivió conmigo los últimos tres años y ahora se fue a vivir sola a Colegiales. Nos vemos seguido, casi siempre almorzamos juntos una vez por semana, y hablamos. Es muy dulce y sé que le hace bien sentir que sigo cerca de ella... Qué bueno, dice María, yo no quise tener hijos con un hombre al que amaba, hace diez años, por mi trabajo. Puse el trabajo por encima de una vida familiar. Al principio me sentí feliz y fuerte con la decisión, dice, hoy no estoy tan segura pero ya está, el tiempo pasa y las mujeres vamos quedando afuera de alguno de los mercados posibles, el laboral, el familiar, el artístico, ¿no? Caminan por Palermo, ella y él, sin urgencia, sin un destino inmediato, reconfortados todavía sin saber hasta qué punto por este encuentro que ninguno de los dos podía imaginar apenas un par de días atrás. Esta noche, de todas maneras, él recibirá un mail, también inesperado, de la chica que el creía que mejor lo había querido en la vida, en el que le dirá que a pesar de que ella no recuerde de qué diario escrito por ella hablaba él y de que les habían sacado fotos en Pedraza, Segovia, cuando viajaron juntos un invierno a Madrid, no entendía por qué no se los había devuelto. Y que se había puesto a pensar, le dirá, y que sí recordó que él siempre, en el fondo, le había parecido un hombre oscuro, frío y sin amor.
Granite Mountain. Little Cottonwood. Utah
(EE UU)
En
los túneles excavados en la roca de esta montaña se guardan
los archivos de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días, también conocidos como mormones: millones de registros
genealógicos de habitantes de todo el planeta. También los tuyos. ¿Para
qué los quieren? A nosotros también nos gustaría saberlo.
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