70. El ojo

Esta historia se encuentra en un punto de inflexión.
Hay temas que ya no reaparecerán.
Se han disuelto en el tiempo y en la memoria y en su lugar sólo quedan espacios vacíos.
Huecos.
Puntos ciegos.
Perec dice:

Algunas de las cosas que en todo caso tendría que hacer antes de morir:

Decidirme a tirar un cierto número de cosas que guardo sin saber por qué las guardo.
O bien:
Ordenar de una vez por todas mi biblioteca.
Adquirir varios aparatos electrodomésticos.

El libro es: Georges Perec, Nací (Éditios du Seuil 1990). Y a pesar de que a veces él se niega a hacerlo sin motivos razonables ahora, cuando como en este caso lee con los anteojos para leer, la visión parece fijarse o mejorar de modo que no termina leyendo sólo con el ojo derecho y el izquierdo cerrado.
A la mujer que necesitaba sparrings y no hombres le aburría, según sus palabras, leer a Perec o, en todo caso, no le aportaba nada para su trabajo.
Él nunca entendió muy bien qué quería decir ella porque él nunca sabe cuándo algo que lee le aporta, además de placer o descontento, algo para su trabajo pero parte de la base de que todo suma, aun cuando sea en la dirección más temible.
Esa mujer, en la conquista, desplegaba su tela donde inexorablemente quedarían atrapados los entes necesarios para su supervivencia y, a veces, para frotarse contra ellos y de esa manera ejercer una forma del sexo que en realidad -tal como suele decirse- prescindía por completo del otro más allá del trozo que ella necesitaba para frotarse. Era, sin embargo, una araña descartable. Y también lo sabía. Por eso buscaba adherirse a los entes que atrapaba hasta consumirlos por completo y evitar que se desprendieran de ella. Era, ella, por así decirlo, una Maman de entrecasa, o de cabotaje.
Tampoco le gustaba la película Perdidos en Tokio, sin dar razones, ni viajar en auto porque, decía, se mareaba.
Él lo sabe ya mejor que nunca: fue presa, con ella, de una ilusión óptica.
A ella no le gustaba decir que era dramaturga, le gustaba decir que escribía obras de teatro.
Uno de aquellos días finales, poco antes de la operación que buscó cerrar el agujero macular en el ojo izquierdo, al escucharla decir algo por el estilo, él se acordó de la última vez que vio a su padre.

Gente sin techo (CABA). Y fuera de foco.

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