77. El ojo

La verdad es que a veces extraño el Pasaje Dauphine. Es raro vivir en una calle tan tranquila en pleno Saint-Germain. Me encanta tomar el té en ese barcito y quedarme a leer cuando hay sol, no me importa si es invierno o verano. Cortázar, cuando tenía su estudio por ahí cerca, iba muy seguido. A veces hablé con él, yo era muy chica y me hacía gracia un hombre tan alto y tan simpático que hablaba conmigo no por compromiso o educación sino porque le gustaba. Una vez me pidió que le contara la historia de mi madre. Yo ya sabía que él era un gran escritor. Siempre andaba con un libro en la mano. Un día se lo dije y él me dijo que era su acompañante fóbico. Y se rió... Pero en el fondo ya no quiero saber más nada con París. A diferencia de mi madre yo nunca me llevé del todo bien con la familia de mi padre. Gente pretenciosa. Pequeñoburgueses maleducados que creen que pueden atropellar a todo el mundo. A mí me parece que se preocuparon más por guardar las formas y esconderse en el silencio que por entender por qué se suicidó mi padre. Ese, por motivos diferentes, es un punto de contacto que tienen con mi madre y creo que fue a partir de esa coincidencia que nunca, ni siquiera en secreto, le echaron la culpa a ella. Yo conozco apenas Buenos Aires. Pero voy a aprovechar este año acá y voy a decidir si a partir del año próximo cuando no tenga que estar en Bruselas me vengo a vivir a Buenos Aires. París es muy atractiva pero me sofoca. Y yo ya estoy vieja para andar de sofocón en sofocón. Ella, María, se ríe cuando él le pregunta cuántos años tiene y le dice Bueno, es una manera de decir... 41, dice, acabo de cumplir 41 años y todo el mundo sabe que esto para una mujer es una catástrofe. Entonces, para cambiar de tema, ella le pregunta a él por su hija: ¿Y tu hija, Juan? ¿Cómo te llevás con tu hija?

Gente sin techo (CABA). Y fuera de foco.

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