49. Resumen

I

Pérgola del Rosedal diseñanada por Benito Carrasco (circa 1914)

II

El ojo

III

Scott Fitzgerald, Zelda Sayre y Scottie

Robert Redford y Mia Farrow

Leonardo Di Caprio y Carey Mulligan

48. El vacío

Todas las mañanas camina por el Rosedal.
Se despierta cuando lo despierta la luz de la ventana de su habitación.
Siempre deja los postigos de metal abiertos, o alguno abierto, para que al día siguiente lo despierte la luz.
Entonces se levanta, va a desayunar a un bar -siempre el mismo bar, a una cuadra del edificio donde vive-, pide café con leche y medialunas, lee el diario, toma notas de las cosas que le llaman la atención por su gravedad o por su rareza y de las cosas que le causan gracia, y con esas notas, cuando regrese a su departamento, una de las primeras cosas que hará, a eso de las diez de la mañana, será escribir twits y postearlos.
Sus twits -esto a él le gusta- tienen un relativo éxito, y son faveados y retwiteados, y suma followers y a veces los pierde. Siempre es más fácil saber por qué alguien decide seguir a otro que por qué decide dejar de seguirlo.
Él está en Twitter desde dos o tres semanas antes de la operación. Y decidió abrir una cuenta en esos días en los que leer, debido al agujero macular, era más complicado que después de haber sido intervenido.
Hoy altera la rutina de su caminata que consiste en llegar caminando al Rosedal desde el bar donde desayuna y dar un par de vueltas alrededor del lago para entrar en el Rosedal propiamente dicho y contemplar las rosas ya florecidas después de la poda anual que se practica en el mes de agosto.
Y contempla, las rosas, hoy, sentado en un banco bajo la pérgola construida, igual que el puente griego, por el ingeniero Benito Carrasco entre 1910 y 1914.
No está seguro de ver bien todo, quizás un poco mejor de lejos por la compensación que a distancia realiza mejor el ojo derecho.
Pero lo que no se ve no se pierde.
En todo caso lo que no se ve no forma parte de la escena por la excesiva deformación de las figuras.
Sabrá, él, con el paso del tiempo, que una visión parcial es también una manera, a veces, de no pensar en el centro de las cosas.

47. Los Galgos

Primero se hacen preguntas sobre sus familias, sus amigos y sus trabajos. Ella, mientras hablan, toma un par de sorbos de agua y no deja de mirarlo o de estar atenta a la situación, al encuentro, podría decirse, porque lo cierto es que vuelven a verse después de muchos años.
Ella tiene una hermana casi discapacitada que estaba casada con uno de esos empleados internacionales de alguna empresa como Samsung, por ejemplo, y su vida consiste en mudarse cada tanto de país, reorganizar la empresa en el país de destino y esperar que le fijen uno nuevo. Tenían un hijo, un bebé en aquellos años, completamente normal.
Pero el marido de la hermana hizo hace pocos años un viaje corto a un país de Europa Central y se enamoró allá de una empleada jerárquica de Samsung. Entonces se separó de la hermana de ella, nunca volvió a verla ni tampoco a su hijo que ahora tiene, pongamos, 11 años.
Por su parte, los padres de él, que estaban separados desde que él era chico, se murieron no hace tantos años, él no ha vuelto a ver a sus tres hermanos que en rigor son, de él, medio hermanos, y sólo mantiene una relación cercana y de mucho cariño con su hija, una chica que hoy tiene 24 años y que acaba de terminar la carrera de arquitectura.
Sólo después aparece entre ellos el silencio que en en estos reencuentros precede a entrar en otra materia: ¿qué ha sido y qué es de ellos, de cada uno de ellos?
Ella sabe que él sigue escribiendo novelas y publicando sus novelas y él sabe que ella -¿cómo no saberlo?- ha hecho de sus diseños de ropa una tendencia de éxito mundial con epicentros en París y en Berlín. Fabrica, ella, la ropa que diseña, y lo hace sobre todo en China y otros países asiáticos con standards altos de calidad y costos de mano de obra muy bajos. La fama de ella da todo el tiempo la vuelta al mundo, la ha convertido en una mujer popular y la gente la reconoce por la calle.
De hecho, en ese mismo momento, se les acerca a la mesa una mujer joven y alta que primero pide disculpas por interrumpirlos, después le expresa a ella su admiración y lamenta no haberse puesto ese día un vestido sensacional de seda azul Francia diseñado y fabricado por ella y le pide, por fin, un autógrafo y sacarse una foto juntas.
Él, por supuesto, cumple con la función de sacarles la foto con la cámara del teléfono celular de la admiradora de la mujer que mejor lo ha querido en toda la vida, y entonces vuelven a sentarse, a sonreír, a hacer un par de comentarios acerca de este tipo de servidumbres con las que ella no ha tenido más remedio que acostumbrarse a vivir.
Él no puede dejar de pensar que es obvio que el espacio que ella ha ocupado en la relación entre los dos ha sido más amplia que al revés. Y que lo sigue siendo.
Pero eso no le molesta.
Nunca le molestó.
Es, piensa, lógico.
Primero pensó natural.
Después se le ocurrió que era lógico.

46. El ojo

Ya lo sabe: lo más probable es que, después de la operación, no pierda el ojo izquierdo.
También sabe que a pesar de lo que dice el cirujano él no está muy seguro de que recuperará una visión completamente normal.
Esta idea se le hace presente muchas veces en diversas circunstancias de la vida cotidiana pero sobre todo, y con una cierta insistencia, cuando intenta leer.
El libro que intenta leer, o mejor dicho releer, es El gran Gatsby en la nueva traducción de Justo Navarro, el mismo traductor de los Cuentos Completos, que acaba de publicar Anagrama. Pero entonces la no visión del ojo izquierdo, o la visión tal como se produce a través de una burbuja de gas, entorpece la lectura y sabe, él, que termina haciéndolo o que terminará haciéndolo con ese ojo cerrado.
Por eso ha pensado que quizás podría intentarlo con otro libro. Y se ha decidido por una rara novela de David Markson, La soledad del lector, con una estructura de frases muy cortas, epigramática, que en el desarrollo de la trama avanza muy lentamente y que va estableciendo sus temas por la repetición de algunos de sus leitmotivs: qué personajes reales y famosos fueron antisemitas o cuáles y en qué circunstancias se suicidaron.
De todas maneras, más tarde o más temprano, se da cuenta él, de que está leyendo con el ojo izquierdo cerrado.
Esta cuestión no tendrá solución hasta que el gas termine de diluirse o de fugarse del ojo izquierdo, es decir, unas tres o cuatro semanas después.
En otro orden, más allá de estas cuestiones, piensa o se dice, no necesita nada.
No necesita nada ni a nadie.
El dolor a veces sabe disolverse solo.

45. Anexos


Solitario George

Las tortugas gigantes de Pinta son una de las diez especies que se hicieron mundialmente famosas en las islas Galápagos. Solitario George, de aproximadamente cien años y más de un metro de largo, era el último ejemplar de su especie y murió este año sin descendencia. Pesaba 272 kilos y murió de viejo por causas naturales.
Pero a principios de noviembre de 2012 investigadores de la Universidad de Yale descubrieron en el Volcán Wolf (en una punta aislada del norte de Isabela, Galápagos) 17 ejemplares con el mismo ADN que Solitario George. Su especie se ha dado por desaparecida en numerosas ocasiones desde fines del siglo XIX. Pero aparentemente sigue en pie.
La crisis del concepto de realidad hace que la irrealidad se presente como la apariencia de un sistema en el que la magnitud de las cosas sube y baja con las más completa naturalidad.

44. El vacío

I
República de Nauru


Nauru, o la República de Nauru, es una isla en el océano Pacífico central a 4.000 kilómetros al suroeste de Australia. Tiene una superficie de 21 km2, una población de 13.000 habitantes y carece de ciudad capital. Una meseta a sesenta metros de altura fue durante siglos un inmenso yacimiento de fosfato producto del guano de las aves migratorias que volaban sobre ella. El fosfato es una materia prima esencial para la fabricación de fertilizantes. Eso hizo que desde 1888 fuese anexada o intervenida por Alemania, Australia, Gran Bretaña y Japón. Los nativos, dedicados a la pesca, viven en las playas, una lonja estrecha que rodea la isla y que se se recorre, a pie, en una hora.


El ingreso en el siglo XXI encontró a Nauru con sus yacimientos de fosfato agotados y en una profunda crisis: sin combustibles ni electricidad ni teléfonos y con el único avión de la república, un Boeing 737 que la unía con Australia, confiscado. Nauru es junto con Rusia, Nicaragua, Venezuela y Tuvalu, uno de los cinco estados en el mundo que reconocen la independencia de la repúblicas caucásicas de Abjasia y Osetia del Sur. Desde el año 2003 los gobiernos intentan la consolidación de presupuestos adaptados a la realidad de la pobreza. A finales de 2009 llegó a la isla la telefonía celular.



II
Sealand


El Principado de Sealand, situado en la fortaleza marina llamada Rough Sands en aguas internacionales a 13 kilómetros de la costa de Essex, Gran Bretaña, fue declarado tal en 1967 por Paddy Roy Bates. Sealand tiene una población estable de 3 personas que ocupan su superficie de 0.00055 km2



El Principado tiene un primer ministro, emite pasaportes y moneda: el dólar de Sealand. La tradición reconoce una prehistoria que se remonta a 1942, cuando fue instalada por la Royal Navy y después de la guerra se convirtió en escenario de ocupaciones y disputas por parte de radios piratas. El Derecho Internacional reivindica el caso de Sealand como un ejemplo de justicia sobre territorios en disputa.




III
Transnistria


Esta República independiente, a pesar de no ser reconocida, consiste en una franja entre Moldavia y Ucrania, una zona desmilitarizada con veinte localidades a cada lado del río Dniéster. Transnistria se declaró independiente en 1990, atravesó una guerra hasta 1992 y se declaró separatista de la República Moldava Priednestroviana que la gobierna. El antecedente directo de este conflicto es la disolución de la Unión Soviética. El himno se conoce como Te glorificamos, Transnistria; las lenguas oficiales son el ruso, el rumano/moldalvo y el ucraniano; cuenta con una superficie de 4.163 km2 y una población de 518.700 habitantes; la moneda es el rublo de Transnistria y el país carece de Internet.


Las Repúblicas de Abjasia, de Osestia del Sur y de Nagorno Karavaj (sin reconocimiento internacional) son los únicos tres países que reconocen a Transnistria. La población ha decrecido en los últimos años y los habitantes del estado separatista necesitan trasladarse con pasportes moldavos. La economía se sustenta en la industria pesada, la producción eléctrica y manufacturas textiles.
Transnistrios exiliados por motivos políticos y económicos establecen pequeñas pero potentes comunidades en muchos países del mundo, incluso en la Argentina, que siguen colaborando con la causa de la independencia.




IV
Isla Sandy


Times Atlas of the World, OpenStreetMap y Google Earth describen un territorio arenoso de 30 km de largo por 5 de ancho situado en aguas francesas entre Australia y Nueva Caledonia, cerca de las islas Chesterfield.


Pero una investigación dirigida por la geóloga María Seton de la Universidad de Sidney en las coordenadas señaladas en los mapas y sus alrededores sostiene que no hay nada y comprobó que el lecho marino se encuentra a 1.400 metros de profundidad. Este descubrimiento registrado desde el buque científico SV Southern Surveyor que recorrió la zona durante 25 días hace pocos meses sugiere ahora dos posibilidades: o Sandy es una isla fantasma o se encuentra en otras coordenadas.

43. Los Galgos

Entonces ella entra en el café por la puerta de Callao y algo parece iluminar el bar, o disparar estrellitas, o -¿qué otra manera hay de decirlo?- algo llama la atención. Por eso una pareja sentada a una mesa junto a la ventana de Lavalle la mira y un hombre que está por salir por la puerta de la ochava se detiene...
La chica tiene hoy unos cuantos años más que cuando se conocieron pero parece, de todas maneras, una mujer joven, y es atractiva, con su pelo en una melena muy corta de color intensamente negro y vestida con pantalones y una camperita o una chaquetilla que hacen pensar que son de cuero negro pero cuya gracia consiste justamente en no ser de cuero y en promover la idea de que ropa así, igual que los borceguíes que lleva, los diseña y fabrica ella o sólo se consiguen en Nueva York, una de las ciudades del mundo, igual que París o Berlín, a la que viaja por lo menos un par de veces al año.
Así que se sienta, ella, por fin, a su mesa, y sólo quiere tomar un agua sin gas y una sonrisa que es su amplia, bella sonrisa de siempre no se le cae de los labios cuando le pregunta a él cómo está después de tanto tiempo y él no encuentra las palabras que debe decir primero. Por eso sonríe, también, mueve la cabeza, pide, él, otro café y dice Bien, dejé de fumar.
Todos dejamos de fumar, dice la chica que él cree que es la mujer que más lo ha querido y lo dice con una simpatía que lo ayuda, a él, a sentirse mejor en su silla, y a repetir Estoy bien, muy bien, ¿y vos?

42. El ojo

Es una de esas personas, en este caso una de esas mujeres, a las que por ejemplo no les gusta ni la marihuana ni el jamón crudo ni el sexo. Dos o tres veces, a instancias de él, ella dio un par de pitadas y su comentario fue el típico A mí no me hace nada. El jamón crudo le producía arcadas. Y el sexo no pero porque quedaba lejos de las posibilidades de que se las provocara. Detestaba el sexo oral, tanto el realizado por ella -sobre todo el realizado por ella- como el realizado por él. También se negaba a que él le tocara la vagina y a practicar sexo anal. Y la posición más común del mundo no le producía ninguna satisfacción. Así que dejaba que él se le subiera encima y se sacudiese sin que ella moviese un músculo hasta que eyaculaba y después se montaba sobre él y se frotaba contra un muslo hasta acabar. Entonces se desplomaba sobre el lado izquierdo de la cama y se quedaba dormida.
Una mujer es una ilusión óptica, un objeto inalcanzable, pero nunca un verdadero misterio.
Él ya no recuerda en qué control fue que el cirujano le confirmó que la operación del agujero macular había sido un éxito.
En las cuatro, por lo menos, no tres, semanas siguientes a la intervención la burbuja de gas que tenía adentro del ojo hacía que viera como a través de una burbuja líquida y esmerilada. En algún momento, tal como le había anunciado el doctor Charles, en lo alto del ojo comenzó a verse una delgada rendija. Por esa rendija él empezó a ver normal, si por normal se entiende apenas una línea a través de la cual se atisba o se espían las imágenes reales.
Esa rendija se fue ampliando con una lentitud exasperante. Y el peor momento, le parece ahora, fue cuando el límite entra la burbuja y las imágenes reales quedó en la mitad del ojo de modo que veía, él, como si estuviese en una piscina y por arriba viese las ondas del agua o alguna persona o un árbol o el cielo y por abajo las formas no traslúcidas del agua.
Pero desde aquel mismo momento en que el cirujano le confirmó que la operación había sido todo un éxito él le dijo al cirujano que de todas maneras no veía bien, como si algunas líneas continuaran doblándose o como si tuviera un punto ciego. Entonces el doctor Charles le previno que no controlase todo el tiempo cómo veía por dos razones: una, porque hasta que el gas desapareciera por completo su visión iría cambiando todo el tiempo, y otra, porque la normalización completa de la visión podría llevar todo un año a contar desde el momento de la operación.
En controles sucesivos él siguió informándole al cirujano que no veía bien. Por eso el doctor Charles le dijo que después de una intervención como a la que él había sido sometido podían quedar pequeñísimos hematomas que llevarían mucho tiempo también para disolverse por completo. Pero para paliar la situación le recetó dos gotas por día de Nevanac (Nepafenac 0.1%) particularmente indicadas para las inflamaciones posteriores a una cirugía del ojo.
Entonces, otro día, mientras miraba por tercera o cuarta vez un episodio de la tercera temporada de Dr. House porque no había encontrado una mala película clase B en la televisión por cable recordó que a ella no le gustaba House. Y comprendió que ella, igual que una intervención, dejaba hematomas.

41. Resumen

Lo que nos sostiene en la inquietud y en el esfuerzo de escribir es la certeza de que en la página queda algo que no ha sido dicho (Cesare Pavese).

Hace dos años el busto de Rubén Darío en el Jardín de los Poetas del Rosedal apareció decapitado. La cabeza había sido arrojada a una fuente enfrente de la cual se encontraba emplazado el busto. El tiempo ha pasado y del busto de Darío no queda nada, ni siquiera el pedestal decapitado que pudo verse durante un par de días hace un par de años. La invisibilidad de las cosas hace que no hayan existido.


*

40. Anexos


Junto a este árbol, hace tres semanas, un domingo a eso de las ocho de la mañana, cayó muerto a golpes un muchacho de veintiseis años llamado Sebastián Sánchez, encargado de la recepción de pedidos de delivery de la cadena de pizzerías Romario.
Más allá de algunas notas aisladas que pueden encontarse en la web (V.: 25. El vacío -http://scriptvidareal.blogspot.com.ar/2012/11/3-el-vacio_19.html-) nada ni nadie ha vuelto a hablar del caso. Y menos los llamados grandes diarios. Como si el silencio fuera la condición con que la realidad se ocupa de los crímenes.
La falta de sentido, entonces, parece ser el sentido de lo incomprensible, de lo brutal, de lo que debería saberse si una sociedad entera no tolerase el silencio o el vacío.
La realidad no existe.

39. El vacío

I

Verrà la morte e avrà i tuoi occhi
questa morte che ci accompagna
dal mattino alla sera, insonne,
sorda, come un vecchio rimorso
o un vizio assurdo. I tuoi occhi
saranno una vana parola,
un grido taciuto, un silenzio.
Cosí li vedi ogni mattina
quando su te sola ti pieghi
nello specchio. O cara speranza,
quel giorno sapremo anche noi
che sei la vita e sei il nulla.

Per tutti la morte ha uno sguardo.
Verrà la morte e avrà i tuoi occhi.
Sarà come smettere un vizio,
come vedere nello specchio
riemergere un viso morto,
come ascoltare un labbro chiuso.
Scenderemo nel gorgo muti.

II



Caroline ha pasado en Niza más tiempo del que había imaginado. Pero eso le ha servido para acercarse a su padre y quizás para entender cómo y por qué tuvieron la relación que tuvieron.
Por fin decide volver a París. Allá la espera un hijo pequeño (está separada del padre del hijo) y su trabajo: escribe literatura para chicos y adolescentes.
Sabe, Caroline, como lo sabe su padre, que es muy probable que ya no se vuelvan a ver.

38. Los Galgos

Ya no quiere distraerse y, en la distracción, perder el tiempo.
En el fondo sabe, aun cuando ya haya terminado el segundo café, que ella no está tan retrasada y sabe, con esa intuición que a veces lo gobierna como si fuera una certeza, que la chica, la mujer que mejor lo ha querido, está a punto de llegar.
Por eso no quiere distraerse, no quiere que los pensamientos se le vayan a cualquier lado o queden a la deriva entre escenas de infancia o imágenes finales de una relación amorosa que resultó el fracaso más completo en sus últimos seis o siete años.
Ella no tuvo en la relación con su madre, la hija de Marina Andréyev, la misma relación de fuerte cariño que tuvo con su abuela. Es sabido que en algunos casos las relaciones entre hijas y madres suelen ser desquiciantes, por lo menos durante un tiempo... y a veces a lo largo de toda la vida.
Pero ella había conseguido, a partir de sus veinte años y poco después de irse de la casa de sus padres a vivir sola con su primer hijo, cuando el chico tenía apenas tres años, restablecer algo en el vínculo con su madre: no desaparecieron por completo ni la beligerancia ni los desacuerdos, pero sí pudieron, de tanto en tanto, tomar el té con scons en casa de la madre y hablar de las cosas de la vida.
Entonces, en ese preciso momento, por las puertas que dan a Callao, aparece ella.

37. El ojo

Para hacerse un OCT hay que mirar primero con un ojo y después con el otro algo así como una cruz de dos colores en el fondo de un par de lentes de un aparato que es el que produce el estudio administrado en sus posibilidades por la especialista que los hace en la planta baja de la clínica del doctor Daniel Charles en la calle Río Bamba entre Paraguay y Córdoba.
En su caso el estudio ofrece alguna complicación porque él tiene un nigtasmo congénito no demasiado importante pero que dificulta según para qué cosas fijar la mirada (por ejemplo para cambiar de focos y pasar de muy cerca a muy lejos: conduciendo en ruta esto puede ser alarmante y peligroso, no saber si lo que se ve allá, en el fondo, viene o va). Pero en el caso de él la flamante tecnología de la clínica resuelve casi sin problemas este problema (http://es.wikipedia.org/wiki/Nistagmo).
Mientras espera en la sala de la planta baja que la especialista lo llame para hacerse el OCT que le toca hacerse hoy él se deja llevar por un enjambre de imágenes que le hablan del día en que se dio cuenta de que se había enamorado de esa mujer de carácter aparentemente apacible pero cruel, intolerante y narcisista: una de esas mujeres que -después él lo sabría- en rigor no buscan una relación amorosa y menos que menos un hombre sino, más bien, un sparring, alguien, por ejemplo, que debe estar disponible, al servicio de ella, en todo momento, y que, si no lo está, será objeto de los más imperiosos reclamos.
Pero nada o casi nada le resta, sin embargo, que ella le haya parecido una mujer bella, seductora y deseable.
Los errores, en las pasiones o en el amor, se cometen una vez y para siempre, siempre en el primer instante en que el destello del amor parece una estrella nueva y tan fugaz que si no se la atrapa a tiempo nunca más volverá a cruzarse con uno.

36. Anexos

Pero sobre todo hay una cosa en la que no quiere volver a pensar: en el parecido que creyó ver hace un rato cuando se vio al pasar en uno de los espejos del bar, un parecido fugaz y sin embargo intenso con algún rasgo de su padre, un hombre con el que estuvo en contacto casi siempre, aun cuando desde los seis años no vivió con él, y al que le resultó imposible conocer.

Por eso una inquietud ya parecida al malestar comienza a carcomerlo en la espera y se pregunta, como si la pregunta fuera lógica o inexorable, qué hace ahí.

Cuando se vieron por primera vez la mujer que debería estar por llegar a ese antiguo café saturado de una historia a la que casi nadie le presta atención, en la esquina de Callao y Lavalle, enfrente del Colegio del Salvador, ella tenía veinticinco años y estaba separándose de un hombre con el que había tenido una hija y que después de la separación se iría a vivir a Máxico. Tenía, ella, además, un hijo de ocho años que había nacido cuando estaba en la escuela secundaria. Era una chica dura y dulce, la mujer que ahora él espera, entonces, y estaba todavía lejos de la fama que unos años después tanto bien y tanto mal le haría.

El comedor de la escuela primaria en el Salvador tenía largas mesas de mármol y bancos sin respaldos a uno y a otro lado de las mesas, bancos en los que cabían cuatro alumnos. Había jarras de agua y paneras y vasos sobre el mármol de las mesas y los ayudantes de cocina les servían la comida. Los alumnos podían hablar durante el almuerzo siempre y cuando no cometieran faltas. Una de las faltas preferidas por los alumnos era que los dos que se sentaban en cada uno de los extremos de los bancos comenzaran a hamacarse para que los bancos a su vez se hamacaran y más de una vez terminaran cayéndose hacia atrás. Entonces los curas hacían sonar campanillas que exigían silencio y ordenaban alguna penitencia: o suprimir el postre, o hacerlos comer sin hablar un par de días o dejarlos después de hora en penitencia marchando por alguno de los patios del colegio.

A pesar de que ella había sido una pésima alumna al principio se había destacado porque cuando empezó la escuela ya sabía leer. Su abuela materna, la poeta rusa Marina Andréyev, le había enseñado. Ella misma, a medida que fueron pasando los años, había aprendido sola a leer y escribir en castellano y si bien nunca dejó ni de pensar ni de escribir sus poemas en ruso se esforzaba por leer novelas en español y casi sin darse cuenta le había enseñado a leer a su nieta.

35. El vacío


I

Marina Andréyev

II

La abuela de la mujer que él espera en el café Los Galgos se llamaba Marina Andréyev, había nacido en Lúga y había llegado a Buenos Aires en 1941 huyendo de la inminente ocupación alemana de su ciudad con un puñado de poemas manuscritos que había logrado recuperar de la urgencia con la que había resuelto el viaje.

III

Libertad salvaje


Me gustan los juegos en que todos
son arrogantes y malignos,
en que son tigres y águilas
los enemigos.

Libertad salvaje
Que cante una voz altiva:
"¡Aquí, muerte, allí -presidio!"
¡Luche la noche conmigo,
la noche misma!

Volando voy -tras de mí van las fieras;
y con el lazo en las manos yo me río...
¡Ojalá la tormenta
me haga añicos!

¡Que sean héroes los enemigos!
¡Acabe en guerra el convite!
Que sólo quedemos dos:
¡El mundo y yo!

(Se cree que la versión traducida al castellano de este poema de Marina Andréyev fue realizada por Severo Sarduy)

IV

La casa abandonada de Marina Andréyev en Lúga

34. Los Galgos

El segundo café, le parece, no está tan bien hecho como el primero. Lo ha pedido hace un par de minutos ante la posibilidad de que la mujer que está esperando se demore mucho más o, incluso, de que no vaya, tal como quedaron, a encontrarse con él en ese bar que, por otro lado, fue propuesto por ella.
Pero cree que más tarde o más temprano ella aparecerá y será más o menos eso, una aparición, después de tantos años sin verse. El encuentro lo arreglaron por mails y él sabe, porque ha visto fotos recientes en diversas revistas, que a pesar de los años que han pasado ella mantiene una apariencia juvenil, muy delgada, el pelo muy corto, la ropa de rigurosa moda comprada obviamente en Nueva York.
Y si él cree que de todas sus relaciones amorosas a lo largo del tiempo ella ha sido la mujer que más o mejor lo ha querido debe reconocerse a sí mismo que la atracción y el amor que él sintió por ella sobre todo a lo largo del primer año fue una pasión o lo más parecido que él ha vivido como una pasión.
Nadie es nadie si nunca nadie te ha querido apasionadamente.
Mientras toma su segundo café, entonces, y observa los pocos movimientos que hay en el bar -un hombre que sale, una pareja que entra por la puerta de Lavalle, un mozo que va y viene sin ningún apuro- y piensa en lo que piensa, es decir en ella y en la forma que él cree que se amaron, intenta -él lo sabe- alejar las imágenes del Colegio del Salvador de cuando él hizo buena parte de la escuela primaria hace ya, también, muchos años.
Hay una época en la vida en que todo parece haber sucedido hace tanto, tanto tiempo...

31. Anexos

Escena 4. Despedida
        (Sebastian le entrega un ordenador portátil al padre, que está rodeado de todos los amigos, donde se ve un video de su hija en el barco).

        Sebastian: Acaba de llegar.
        Sylvaine: En los barcos, lo llamamos ''mal de ojo''. Un acto de Dios. Darse con  un ''growler'', un bloque de hielo, de noche, o que se  incendie una fuga de gas. Si pasa, sabemos que tenemos muy pocas posibilidades. Hace demasiado tiempo que no te veo, papá. Mi papi. Mi papaíto. Te echaré de menos toda la vida. Piensa que soy feliz. He encontrado mi sitio.  No sé cómo lo has hecho, pero has conseguido legarme tus ganas de vivir. Mamá y tú criasteis hijos muy sólidos. Me parece un milagro. ¿Sabes? El primer hombre, para una chica, es su padre. Para mí, siempre lo serás.

Las invasiones bárbaras (2003) dirigida por Denys Arcand

33. El ojo

¿Qué ve la mirada en el otro cuando deja de quererlo?
Lo que aborrece.
No lo peor del otro: la mirada ve lo que aborrece, lo que llevó a esa disolución del cariño y, podría decirse, lo que llevó a esa disolución del cariño desde el mismo momento en que uno empezó a querer al otro.
Nada de todo esto es un juego de palabras.
El cirujano nunca está solo. Siempre, en su consultorio, hay otras personas: en general, una oftalmóloga especializada en el mal del paciente de turno. A veces son dos. Y en ocasiones excepcionales tres: en este caso el tercero es un oftalmólogo y en alguna de esas ocasiones este oftalmólogo es el hijo del cirujano que también es cirujano.
En los controles, de ahora en adelante, que serán muy seguidos durante el primer mes y luego se irán espaciando, él debe hacerse un OCT en la planta baja de la clínica; la oftalmóloga que realiza el OCT, en estos casos, no le hace esperar el resultado sino que lo se lo remite directamente al cirujano y a sus colaboradores a través de la red.
Así que cuando él regresa al consultorio es muy probable que ya todos los que estén en el ahí, dos, tres o cuatro, ya se encuentren evaluando las imágenes que son de colores y que son muchas, muchas imágenes que, él se da cuenta, el cirujano y sus colaboradores cotejan con los OCT anteriores y sobre todo con el OCT exactamente anterior a la operación.
Él piensa en la mirada, en qué ve y en qué no ve la mirada, mientras el cirujano, ahora, observa directamente su ojo izquierdo.
Nada mejor para ver un ojo que dilatar la pupila.
Entonces reaparece en el vacío la pregunta sobre la luz: ¿hay más luz de la que vemos, tanta luz como vemos con las pupilas dilatadas?
La mujer a la que dejó de ver el mismo día de la operación, como si el ojo izquierdo tapado hubiera sido la metáfora que materializó el fin, fue siempre una mujer fría, intolerante y exigente bajo la apariencia de una belleza plácida y un carácter neutral.
El cirujano considera desde el primer control posterior a la operación que el resultado ha sido un éxito. Habrá que esperar los controles siguientes y, sobre todo, que pase el tiempo: la recuperación o normalización completa de la visión puede producirse hasta en un año.
Al cirujano, por otro lado, lo llena de satisfacción que en el interior del ojo haya todavía mucho gas y le reitera la absoluta necesidad de que siga durmiendo boca abajo. Por eso él comprende que esta condición es la condición esencial que de una u otra manera garantizará el resultado positivo.
Lo curioso o lo significativo, como se prefiera, es que él había terminado la relación con esa mujer seis meses antes de la operación y que la había retomado un mes antes. Como si la celebérrima sentencia cuasi alquímica fuese la piedra filosofal de los finales de las relaciones amorosas: segundas partes nunca fueron buenas.
Por fin sale de la clínica, él, toma un taxi en la esquina de Córdoba y Río Bamba, controla las alertas en su teléfono y mira la luz: esa luz tan fuertemente blanca que se ve con las pupilas dilatadas.
El ojo administra la luz con la que vemos no dando ninguna señal física de que esa es una de las cosas que hace.
Pero el silencio del ojo no es el silencio de la mirada.

32. El vacío


   Todo esto da asco.
   Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más.

(Últimas palabras escritas por Cesare Pavese en su diario el 18 de agosto de 1950. Nueve días después se suicidó).

Habitación del hotel de Turín donde se suicidó Pavese el 27 de agosto de 1950.

30. Los Galgos

Hacia el final de la película, cuando Dirk Bogarde vuelve con Jane Birkin a Niza después de haber ido a pasear a Cannes, él, en una estación de servicio, de pronto le pregunta: ¿Fui un mal padre, verdad? Y ella con una sonrisa le contesta: Sí, papá... Pero me hiciste reír y llorar.
La película dirigida por Tavernier es de 1990. Jane Birkin tenía 44 años y Bogarde 69. Él murió nueve años después de un paro cardíaco en Chelsea, Londres, y Daddy Nostalgie fue su última película.

29. Resumen

Nos dejamos guiar por la distracción, la pereza o el error. Y nos lleva mucho tiempo darnos cuenta de que una vida no transcurre en forma cronológica.

* Un hombre espera a una mujer en un bar. Hace mucho, pongamos diez años, que no se ven. Tuvieron una relación amorosa que terminó pero durante algún tiempo conservaron una cierta amistad que un buen día también se disolvió. Cuando él piensa en su vida y en las mujeres de las que estuvo enamorado y que estuvieron enamoradas de él piensa que ella es la que más y mejor lo quiso.

* Un par de meses después a él le diagnosticarán un agujero macular en el ojo izquierdo y se programará una operación para tres semanas más tarde.

* Esta situación hace que él, para no pensar todo el tiempo en la operación pendiente y en la posibilidad de perder un ojo o de no recuperarlo bien comience a escribir un relato con esta historia.

* A medida que escribe se filtran en el relato hechos de la así llamada vida real, como el asesinato a golpes de un muchacho en la plaza Intendente Seeber, enfrente de la embajada de Estados Unidos, recuerdos familiares, y una pregunta recurrente a partir de anuncios de escritores que dejan de escribir, como Philip Roth: ¿para qué escribir?

* También se va deteniendo en marcas que le dejó una relación con otra mujer que terminó exactamente el día en que por fin fue operado del ojo izquierdo, episodios transcurridos en el Colegio del Salvador donde realizó la escuela primaria y la evocación de algunas películas.

* Esta es la historia entonces de dos intervenciones.

* Y el narrador parte de la base que casi nada es verificable o tiene continuidad en la vida real. Los hechos desaparecen: desde el asesinato de un muchacho en una plaza hasta una mujer con la que se tuvo una relación amorosa.

* Ahora podemos acordar que contada así, de manera cronológica, la historia que cuenta Script, no tiene casi ningún interés.

* El vacío, entonces, se hace tan tangible como la materia.

28. El ojo

        El ojo sano busca entradas. Mira muy seguido al ojo izquierdo y busca imágenes y textos para un relato que ha comenzado a escribir, una historia que es la historia de un amor desafortunado o de un error. Así, por ejemplo, se ha detenido en una imagen de Melville:


        Y ha encontrado una foto de la tumba de Alain-Fournier en el Cementerio Militar de Saint-Remy la Calonne:

        Se imagina, por otro lado, cómo habrá sido la operación de su ojo izquierdo:


        Esta es en rigor la historia de dos intervenciones.

27. El vacío


         El gran Meaulnes fue la única y sobresaliente novela escrita por Alain-Fournier, francés, que murió a los 27 años en combate en los alrededores de Verdún, en 1914, al principio de la Primera Guerra Mundial. Su cuerpo fue encontrado en 1991 en una fosa común alemana.

         Entre 1846 y 1857, es decir en casi sólo diez años Herman Melville escribió y publicó doce libros, entre ellos la oceánica Moby Dick, el magnífico relato Bartleby y el libro de crónicas llamado Las encantadas. Murió en 1891, después de más de treinta años de silencio, y una novela inconclusa, Billy Budd, se públicó, tal como se dice, en forma póstuma.

         Esta historia es la historia de una intervención.

26. Anexos

I
¿Cómo ve un miope?



II

¿Cómo se ve con un agujero en la mácula?



III

Agujero macular visto a través de un OCT o Tomografía de Coherencia Óptica


25. El vacío


“Dos de los tres sospechosos de asesinar a Sebastián Antonio Sánchez Guevara, quien fue hallado muerto el pasado domingo a metros de la Embajada de los Estados Unidos en Palermo, quedaron detenidos tras ser indagados este martes por el fiscal y el juez de la causa.
        Los sospechosos fueron identificados como Franco Jorgero y Axel Rolando, ambos sospechosos por el crimen de Sánchez Guevara, de 26 años, junto a otro joven que no quedó detenido.
La indagatoria fue tomada en el Juzgado Nacional de Instrucción 27, ubicado en el tercer piso del Palacio de Tribunales, y estuvo a cargo del juez de instrucción Alberto Baños. De ahora en más, el juez tendrá 15 días para decidir la situación procesal de ambos detenidos.
Los dos sospechosos que quedaron presos se acusan entre sí de haber golpeado ferozmente al joven.
        Asimismo, se confirmó que Sánchez Guevara murió de una fuerte trompada en el cráneo y, según trascendió, uno de los detenidos tenía los nudillos golpeados, sobre todo los de la mano derecha.
        El hecho ocurrió en la madrugada del domingo en avenida Sarmiento, casi esquina Colombia, en un sector de la plaza Intendente Seeber, a metros de la embajada de Estados Unidos.
Según los investigadores, todo comenzó cuando Sánchez Guevara -quien trabajaba como repartidor en una pizzería de la cadena "Romario" de la zona-, se dirigía junto a dos amigos y
compañeros de trabajo rumbo al hipódromo de Palermo, a jugar en el sector de las máquinas tragamonedas.
Estos tres amigos se cruzaron con un grupo de cinco personas, tres hombres y dos mujeres, con el que se generó un enfrentamiento, aparentemente por un piropo hacia una de las chicas.
Al parecer, se originó una pelea en la plaza en la que Sánchez Guevara recibió golpes que lo tumbaron al piso, donde se especula que su cabeza golpeó el piso.
La pelea terminó cuando la víctima quedó malherida y tendida sobre la vereda que da a Sarmiento, tras lo cual, sus amigos le pidieron ayuda a un vigilador de la embajada de Estados Unidos para que llame a una ambulancia.
En tanto, personal del Servicio de Atención de Emergencias Médicas (SAME) llegó poco después al lugar del hecho en una ambulancia y constató que el joven golpeado ya estaba muerto.
Un automovilista que vio la pelea llamó al 911 y así llegó al lugar un patrullero de la comisaría 23ra., cuyos efectivos lograron detener a los sospechosos a pocas cuadras del lugar de la agresión.”  

Fuente: http://www.sinmordaza.info/noticia/19696-crimen-de-palermo-dos-detenidos-se-acusan-entre-si.html

24. Los Galgos


        El bar, lo dice en un par de vitrinas en la calle, nació en 1930. ¿Hasta cuándo sirvió, como todos los bares de la época, café de filtro y cuándo comenzó a servir café exprés? ¿Y por qué, en todo caso, ese antiguo bar, situado en una de las esquinas más cotizadas del centro comercial porteño, ha sobrevivido hasta hoy y ha sobrevivido sin cambios estructurales?
        Mientras sigue esperando, y antes de pedir un segundo café, él recuerda dos cosas: la abuela de ella, la mujer que está esperando, tenía una abuela rusa, una poeta llegada a la Argentina en algún momento de la Segunda Guerra Mundial, una chica que parió a la madre de ella en la calle, porque no llegó al hospital, asistida por un cartero y por una florista. La abuela de ella se llamaba Marina Andréyev y había nacido en Lúga, no demasiado lejos de San Petersburgo, ex Leningrado. Algo del carácter indomable de esa abuela, le ha dicho ella alguna vez a él, ha heredado ella y eso la ha hecho tan fuerte como débil.
        También recuerda, él ahora, una escena en el comedor del Colegio del Salvador, puesto que él era medio pupilo y almorzaba todos los días en el colegio.
        Entonces levanta la mano, llama al mozo y pide un segundo café.

23. El ojo


Todas las noches se acuesta relativamente temprano, empieza a fumar un poco de marihuana y ve películas. Le gusta ver películas que no son buenas pero que ya vio y que, por los motivos que sea, se entretuvo viéndolas la primera y la segunda vez que las vio. Pero su preferida, para verla una y mil veces, es Daddy Nostalgie, dirigida en 1990 por Bertrand Tavernier y estrenada en Buenos Aires como Nuestros días felices, con Dirk Bogarde y Jane Birkin: una cinta de la que jamás diría que no es buena.
        Y mientras transcurre, por ejemplo, el encuentro de esa mujer que desde París ha ido a visitar a su padre a Niza porque está enfermo del corazón, él sigue fumando pausadamente marihuana y le gusta, al mismo tiempo, dejar que sus pensamientos se vayan distrayendo en remansos de otros pensamientos, palpar los almohadones apilados en el lado izquierdo de su cama para que no gire hacia ese lado en lugar de seguir durmiendo boca abajo.
        Se siente tranquilo, incluso -podría decirse- feliz de dormir solo y no acompañado por la mujer con la que estuvo de novio hasta hace apenas unos días, una mujer que bajo la apariencia que pretenden dar las autodenominadas buenas personas es una mujer exigente, intolerante y a veces antipática.
        El día siguiente debe ir a ver al cirujano para el primer control después de la operación.
        ¿Cómo ve antes de ser operado un ojo en el que se ha producido un agujero macular?

22. Anexos


A veces se trata de entender dos o tres episodios o dos o tres escenas, cuyo sentido último ha quedado encriptado o ha sido inalcanzable, con la ilusión de que si se logra descifrarlos se encontrará el sentido o una pista sobre el sentido de toda una vida.

I

Imre Kertész


II

Los Galgos


III

El Rosedal

21. El vacío

Durante años caminó todos los días alrededor del Jardín Botánico. Dos vueltas. Cada vuelta: 1.328 metros. Un día, cuando ya terminaba de caminar, tuvo un infarto. No supo hasta más tarde que era un infarto agudo de miocardio. En esos primeros momentos se sintió mal: opresión en el pecho y los brazos entumecidos. No dolor.
Cuando se recuperó, después de una angioplastía en la que le pusieron un stent y del reposo de rutina, resolvió caminar más y comenzó a ir al Rosedal.
Por eso vio, hace pocos días, en avenida Sarmiento, un muerto en una plaza. No pensó, en un primer momento, que el muchacho o el hombre estaba muerto. Lo supo después, a la tarde, en la edición online de un par de diarios.
Hoy ya no sabe si camina todos los días alrededor del Rosedal, que tiene un circuito de 1.600 metros, por costumbre o porque la belleza del lago la resulta irresistible.
Sabe, en cambio, que mientras camina se le ocurren algunas líneas para escribir un relato muy parecido a este. Por ejemplo: el miércoles 14 de noviembre, pocos días después del anuncio de Philip Roth, el escritor húngaro Imre Kertész, Premio Nobel de literatura 2002, anunció que él también deja de escribir.
Todo lo que hay que decir ya está dicho.

20. Los Galgos

Está a punto de pedir otro café pero piensa que ella probablemente llegue en cualquier momento y podrían hacer un solo pedido. De esa manera él lograría, además, olvidarse de la tardanza de la mujer que él cree que es la mujer que más o mejor lo quiso en la vida.
Está en eso. Pero el pensamiento se le bifurca todo el tiempo: por un lado tiene recuerdos de ella que lo asaltan como una sucesión aleatoria de imágenes en muy diversas situaciones: una noche en la inauguración de una lechería cuando hace años se había puesto de moda abrir lecherías. Él la tiene a ella por la cintura y ella, vestida de negro y con guantes hasta las codos se ríe con clara felicidad. El local, en la calle Uruguay, se llamaba, le parece recordar, La Lecherísima y entre los invitados había muchos políticos. Por otro lado lo asaltan, sin descanso, imágenes del Salvador. Por ejemplo, cuando una tarde su división quedó castigada después de hora y los curas los hacían marchar por uno de los siete patios internos que tenía el colegio. Delante de él marchaba un pibe alto, flaco, rubio, alemán, algo así como Gerard Müller, que de pronto levantó un brazo y pidió permiso para ir al baño. No lo dejaron ir. Entonces lo que recuerda, él, ahora, sentado a una mesa del café Los Galgos, mientras espera la llegada de ella, es que poco después Müller comenzó a cagarse encima y que él vio entre el borde del delantal gris y las medias tres cuartos dos hilos de diarrea. Pero el chico no volvió a pedir permiso para nada.
Vuelve a pensar que si todavía fumara encendería un cigarrillo.

19. El ojo

La pregunta recurrente es: ¿Y si esto no da resultado? La posibilidad de perder un ojo, en un caso así, no se presenta como descabellada. O es el temor que lo asalta como un mal sueño que no acaba de terminar o del que no hay manera de despertarse y que cada tanto se repite. Perder un ojo.
Son tres semanas. Tan simple o tan breve como suena. Es decir, una eternidad. Debe dormir boca abajo. El lado derecho de la cama no es una amenaza porque es el lado en el que duerme. En cambio el lado izquierdo queda libre y sin darse cuenta, es obvio, dormido, podría girar en la cama. Por eso amontona almohadones de ese lado que le impedirán hacerlo.
Pronto comprende que ya ha aprendido a dormir boca abajo. En dos, en tres, máximo en cuatro días sabe que no se dará vuelta durante las tres semanas.
Y le parece haber entendido que lo que el cirujano quiso decirle es que dormir en esa posición es fundamental para que el gas que tiene adentro del ojo izquierdo se vaya liberando de la forma más lenta posible.
Hacerlo, piensa, le evitará perder un ojo.
Se trataría más o menos de eso.

18. Anexos



El vacío es eso de lo que no se vuelve a hablar, eso que se olvida, eso que se pierde en la materia de lo real.

17. Los Galgos

Pero antes de pedir otro café ha vuelto a mirar el frente del Colegio del Salvador que ocupa toda la cuadra de Callao entre Lavalle y Tucumán. Él fue a ese colegio desde segundo hasta sexto grado. Hace mucho. Pero esos cinco años le grabaron en la memoria recuerdos que él sabe que ya no se borrarán. El día que tomó la primera comunión, por ejemplo, o el acto de izar la bandera, todas las mañanas, en el patio principal. Y si uno llegaba un poco tarde, justo en el momento en que un alumno del secundario lo hacía, debía plantarse firme en su sitio y contemplar desde ahí la ceremonia. A continuación ha recordado una escena humillante, cuando estaba en quinto grado, y un cura lo mandó a llamar a la Administración y le informó que su padre estaba atrasado en el pago de las cuotas y que la situación era insostenible. Una infancia.

16. El vacío

En las versiones online de algunos diarios, el domingo a la tarde, apareció la noticia de que el muchacho que estaba caído en la vereda de la plaza Intendete Seeber esa mañana del 4 de noviembre había sido asesinado a golpes. Algo lo sacudió entonces, a él, al descubrir que lo que había visto era el cuerpo sin vida de un hombre de 26 años. Un cadáver. Una muerte. Algo que lo más cerca que había estado del fin de una vida había sido pensar, como lo había hecho él, que quizás el hombre estaba en coma alcohólico.
Por eso volvió, una y otra vez, en la tarde del domingo, a entrar en las versiones online de los diarios. Y el día siguiente a buscar la noticia en la edición impresa de uno de esos diarios.
Sin saberlo ha visto un muerto tirado en la calle.
Y la muerte abandona la realidad para convertirse en textos, fotos, hipótesis. Pero en nada que tenga continuidad ya que desde entonces no se ha vuelto a saber más nada del asesinato. Lo único, tal vez, en no recuerda qué medio en la web, una versión mal escrita de los hechos que sostenía que después de cruzarse en la plaza con un grupo un hombre con antecedentes de violencia le dio al muchacho una patada en la nunca y que esa parada lo había matado.
Las noticias que él vio online el domingo a la tarde se encuentran con facilidad buscándolas en Google.


15. El ojo

Le han puesto un parche sobre el ojo izquierdo que le cubre casi toda la cara de ese lado. Podría decirse que es impresionante. Cuando se mira en el espejo se conmueve y no puede dejar de pensar que quienes lo vean seguro que se impresionarán. Es menos de lo que parece. Algo más o menos así es lo que piensa o lo que se dice. El cirujano le ha advertido que en el ojo izquierdo tiene gas para que el gas presione y fije el ¿tejido? con el que ha cerrado el agujero macular. También lo ha instruido para que durante tres semanas duerma boca abajo. Eso, y algunas gotas, es todo lo que tendrá que hacer mientras espera la recuperación y que el ojo izquierdo, progresivamente, recupere la visión. El parche se lo puede quitar él mismo el día siguiente. Cuando lo hace, con cuidado, frente a un espejo, lo primero que cree es que ve. Esperaba no ver nada, o ver todo negro, y en realidad ve la luz. No ve las formas, pero ve luz. Es, obvio, de día. Y si no ve, se da cuenta, es porque tiene el ojo lleno de gas. De todas maneras el hecho de no ver todo a oscuras le produce un emoción intensa y se le caen las lágrimas.
Esta operación no se realiza con láser sino con un procedimiento que él ha logrado entender, por así decirlo, como si se tratara de una laparascopia ocular.
La noche anterior, dos horas después de la operación, había ido a comer algo a un restaurante que está en la esquina de su casa. Había ido con la mujer que salía con él o con la que estaban de novios. Y ella le impuso, en medio de la comida más bien frugal, que él leyera dos textos que ella debía entregar en unos días. En este proceso la mujer comenzó a exigirle cada vez más atención y empezó a maltratarlo. Cuando volvieron al departamento él le pidió a la mujer que se fuera, que no se quedara a dormir con él. Le pidió que se fuera para siempre.
El ojo izquierdo verá durante esas tres semanas como a través de una burbuja de agua.

14. Anexos

Philip Roth, a los 79 años, anunció hace unos días que Némesis ha sido su última novela y que deja de escribir. “He dedicado mi vida a la novela: he estudiado, he enseñado, he escrito y he leído. He dejado fuera casi todo lo demás. Ya basta. Ya no siento ese fanatismo por escribir que sentía antes”, le dijo a la versión francesa de la revista Les Inrockuptibles.


13. El vacío

Camina como todas las mañanas por la vereda de avenida Sarmiento que flanquea el zoológico a lo largo de casi un kilómetro. Cuando se encuentra a la altura en que, enfrente, desemboca la avenida Colombia, con la embajada de Estados Unidos a la izquierda y la plaza Intendente Seeber a la derecha, ve, junto a un árbol, en la plaza, a tres cuatro muchachos y una chica. Están sentados en el suelo y junto a ellos hay un cuerpo: otro muchacho, caído, inmóvil, con una camisa a cuadros, jeans y zapatillas. En la calle, junto al cordón, hay dos patrulleros y los agentes se mueven con una cierta neutralidad por la vereda alrededor del grupo sentado en el suelo y del muchacho caído. Él, que se ha detenido, sigue caminando. Está borracho, piensa, o quizás en un coma alcohólico. Entonces vuelve a detenerse. Algo, no sabe qué, le ha llamado la atención. Piensa que debería cruzar y ver la escena de cerca. Pero no lo hace y vuelve a caminar hacia el Rosedal.
Todos los días él camina, más o menos a las ocho y media de la mañana, una hora. O, más o menos, cinco kilómetros.

12. Los Galgos

La boiserie original coexiste con un pequeño televisor situado sobre la puerta de entrada que está en la ochava, con espejos, con algunas mesas cubiertas con manteles y otras no, y con un par de esas pantallitas a gas que dan calor. También coexisten, en Los Galgos, cortinas en las ventanas, ventiladores de techo, tubos fluorescentes y gente de edades diversas.
Él ha terminado el café y ahora no sabe qué hacer. Han pasado más de quince minutos y la espera comienza a inquietarlo. Está allí esperando a una mujer. Combinaron para encontrarse allí, la mujer y él, porque ella propuso ese bar. Él sabe que a ella le queda cerca de la casa y a él le da lo mismo. Ese u otro. Pero ese tiene el valor agregado de su antigüedad, tanto que puede decirse que es un bar histórico de Buenos Aires.
A través de una ventana ve, enfrente, el colegio de los jesuitas y recuerda, de pronto, el día de su primera comunión. Pero no quiere pensar en eso en este momento. Prefiere esperar y pensar en la mujer que está esperando.
Ella y él hace diez años que no se ven. Fueron, en aquel tiempo, novios, o una pareja, o como se quiera llamar a la relación amorosa que sostuvieron durante tres años.
Él espera a esa mujer y se repite que quiere decirle, entre otras cosas, después de tanto tiempo sin verla, que él sabe que ella es la mujer que más lo ha querido.
Entonces pide otro café.

11. El vacío


Ahora, otra vez, esta tontería de escribir.
Escribir mal.
Escribir sin remedio.
Escribir cosas inútiles.
No escribir.
Eso.
Escribir nada.

10. Anexos

Si uno tiene un agujero macular una cuadrícula se ve más o menos así:


9. El ojo

Hay una sola cosa tan tangible como la materia: el vacío.

8. Los Galgos

Está sentado ahí, en ese bar antiguo, en la esquina de Callao y Lavalle, enfrente del Colegio del Salvador donde él hizo buena parte de la llamada escuela primaria, y ha pedido un café. Sabe que tendrá que esperar un rato. Diez, quince minutos o tal vez más. Echa la mitad de un sobrecito de edulcorante en el café y lo revuelve. En otros tiempos habría encendido un cigarrillo. Ahora no sólo está prohibido fumar en los bares: él, por su parte, ha dejado de hacerlo hace años. Y de pronto, de refilón, se ve reflejado en un espejo...
Nunca ha sido parecido a nadie. O él ha creído que no era parecido a  nadie, ni a su madre, ni a su padre, básicamente, y menos a sus hermanos. Es más, nunca ha entendido eso de los parecidos. Sin embargo casi todo el mundo le ha dicho a lo largo de la vida que era igual a su madre. Nada que ver con su padre pero sí con su madre. Él nunca se ha visto así.
         Sin embargo en este momento, en la figura que vio en el espejo, por primera vez cree ver en sus rasgos algo de su padre: el pelo escaso, o el bigote, o algo en la mirada.
         Por eso se queda inmóvil, con un cierto recelo mira... y sigue viendo, en el espejo, algo de su padre.
         Aborrece ver en él algo de su padre.
         Desvía la mirada.
         Toma el primer sorbo de café que no esta quemado, ni es flojo, ni demasiado fuerte: toma el primer sorbo de un café que está bien hecho, como si los más de setenta años de antigüedad del bar respaldaran la experiencia necesaria para hacer un buen café.
         Le parece, de todas maneras, que hoy ya es tarde para encontrarse parecido a nadie.


7. Anexos


I


Luga es el centro administrativo del Distrito de Lúga (Distrito Luzhski) de la óblast de San Petersburgo (bien en el sur en el mapa).


II

Escudo de Lúga

6. El vacío

         Lúga es una pequeña ciudad rusa de 38.000 habitantes a menos de 150 kilómetros al sur de San Petersburgo. En la Segunda Guerra Mundial consiguió frenar durante algún tiempo el avance de Alemania hacia Leningrado. Pero por fin cayó en agosto de 1941 hasta febrero de 1944. Las fuerzas rusas libraron una encarnizada batalla en los suburbios de la ciudad de Lúga, importante baluarte de la Wehrmacht en el frente septentrional, luego de irrumpir a través de las poderosas fortificaciones que defendían dicha plaza. Las fuerzas del general Govorov intensificaron su ofensiva entre los lagos Peipus e Ilmen, y, en rápido avance, se apoderaron de Batetsk, centro de distrito de la región de Leningrado e importante empalme ferroviario; liberaron varias docenas de localidades más y llegaron a las puertas de Lúga, base alemana en cuyos suburbios se luchó hasta la recuperación de la ciudad por parte de los rusos.

5. Anexos

El café Los Galgos, en Callao y Lavalle, enfrente del Colegio del Salvador



4. El vacío


         Ahora bien: ¿Qué importancia tuvo la batalla de Lúga en la reconquista rusa de su territorio y en el avance hacia el final de la Segunda Guerra Mundial?
         La digresión lo es sólo de un modo aparente, ya se verá, y su necesidad es la que pesa en esos platillos de una justicia siempre abstracta. Pero el conocimiento de una vida está lleno de estas derivaciones, merodeos y meandros aun cuando en muchos casos no se hacen visibles, se resisten a hacerse visibles y permanecen ocultos, como los motivos del inconsciente freudiano, en instancias perdidas de la memoria.

3. El ojo

         Ya tiene el ojo derecho tapado. Y el izquierdo no ve. En este momento lo están operando. En la misma intervención le cambiarán el cristalino para reducirle la miopía en ese ojo, para eliminar un principio imperceptible todavía de cataratas y para, mientras no tenga su cristalino, facilitar el acceso al agujero macular. No todo esto se lo han dicho con anterioridad. Ha sido informado. No puede decir que no. Pero algunas cosas se las dirán después, en los controles que seguirán durante meses después de la operación.

2. Los Galgos

         La vida pasa sin que nos demos cuenta de su paso. Y sólo en edades ya un poco avanzadas comenzamos a advertirlo. Cuando se llega a las últimas etapas la certeza de su paso resulta incomprensible. Nos parece que ha sido vertiginosa y sin embargo no hubo vértigo. La pregunta es: ¿qué hice en todo este tiempo? Y las respuestas, del orden que sea, parecen siempre insuficientes o débiles.
         De pronto, sin saber por qué, él recuerda que a lo largo del tiempo ha usado Paco Rabane, Eau Savage y Armani, tres eau de toilettes que marcaron épocas, tiempos distintos en su vida, un transcurso si se quiere ligero y al mismo tiempo inexorable. Podría recordar, incluso, cómo se vestía en cada una de esas épocas. Siempre informal, siempre un poco desprolijo, pero siempre con un estilo, por así decirlo. Con o sin corbatas, con o sin sacos, con o sin jeans, con zapatos, mocasines o zapatillas. Pero siempre, quiso siempre imaginar, con algún rasgo que hiciera de él y de su manera de vestirse un modo. Una manera de ser él. Algo tan trivial y tan visible como eso.