37. El ojo

Para hacerse un OCT hay que mirar primero con un ojo y después con el otro algo así como una cruz de dos colores en el fondo de un par de lentes de un aparato que es el que produce el estudio administrado en sus posibilidades por la especialista que los hace en la planta baja de la clínica del doctor Daniel Charles en la calle Río Bamba entre Paraguay y Córdoba.
En su caso el estudio ofrece alguna complicación porque él tiene un nigtasmo congénito no demasiado importante pero que dificulta según para qué cosas fijar la mirada (por ejemplo para cambiar de focos y pasar de muy cerca a muy lejos: conduciendo en ruta esto puede ser alarmante y peligroso, no saber si lo que se ve allá, en el fondo, viene o va). Pero en el caso de él la flamante tecnología de la clínica resuelve casi sin problemas este problema (http://es.wikipedia.org/wiki/Nistagmo).
Mientras espera en la sala de la planta baja que la especialista lo llame para hacerse el OCT que le toca hacerse hoy él se deja llevar por un enjambre de imágenes que le hablan del día en que se dio cuenta de que se había enamorado de esa mujer de carácter aparentemente apacible pero cruel, intolerante y narcisista: una de esas mujeres que -después él lo sabría- en rigor no buscan una relación amorosa y menos que menos un hombre sino, más bien, un sparring, alguien, por ejemplo, que debe estar disponible, al servicio de ella, en todo momento, y que, si no lo está, será objeto de los más imperiosos reclamos.
Pero nada o casi nada le resta, sin embargo, que ella le haya parecido una mujer bella, seductora y deseable.
Los errores, en las pasiones o en el amor, se cometen una vez y para siempre, siempre en el primer instante en que el destello del amor parece una estrella nueva y tan fugaz que si no se la atrapa a tiempo nunca más volverá a cruzarse con uno.

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