42. El ojo

Es una de esas personas, en este caso una de esas mujeres, a las que por ejemplo no les gusta ni la marihuana ni el jamón crudo ni el sexo. Dos o tres veces, a instancias de él, ella dio un par de pitadas y su comentario fue el típico A mí no me hace nada. El jamón crudo le producía arcadas. Y el sexo no pero porque quedaba lejos de las posibilidades de que se las provocara. Detestaba el sexo oral, tanto el realizado por ella -sobre todo el realizado por ella- como el realizado por él. También se negaba a que él le tocara la vagina y a practicar sexo anal. Y la posición más común del mundo no le producía ninguna satisfacción. Así que dejaba que él se le subiera encima y se sacudiese sin que ella moviese un músculo hasta que eyaculaba y después se montaba sobre él y se frotaba contra un muslo hasta acabar. Entonces se desplomaba sobre el lado izquierdo de la cama y se quedaba dormida.
Una mujer es una ilusión óptica, un objeto inalcanzable, pero nunca un verdadero misterio.
Él ya no recuerda en qué control fue que el cirujano le confirmó que la operación del agujero macular había sido un éxito.
En las cuatro, por lo menos, no tres, semanas siguientes a la intervención la burbuja de gas que tenía adentro del ojo hacía que viera como a través de una burbuja líquida y esmerilada. En algún momento, tal como le había anunciado el doctor Charles, en lo alto del ojo comenzó a verse una delgada rendija. Por esa rendija él empezó a ver normal, si por normal se entiende apenas una línea a través de la cual se atisba o se espían las imágenes reales.
Esa rendija se fue ampliando con una lentitud exasperante. Y el peor momento, le parece ahora, fue cuando el límite entra la burbuja y las imágenes reales quedó en la mitad del ojo de modo que veía, él, como si estuviese en una piscina y por arriba viese las ondas del agua o alguna persona o un árbol o el cielo y por abajo las formas no traslúcidas del agua.
Pero desde aquel mismo momento en que el cirujano le confirmó que la operación había sido todo un éxito él le dijo al cirujano que de todas maneras no veía bien, como si algunas líneas continuaran doblándose o como si tuviera un punto ciego. Entonces el doctor Charles le previno que no controlase todo el tiempo cómo veía por dos razones: una, porque hasta que el gas desapareciera por completo su visión iría cambiando todo el tiempo, y otra, porque la normalización completa de la visión podría llevar todo un año a contar desde el momento de la operación.
En controles sucesivos él siguió informándole al cirujano que no veía bien. Por eso el doctor Charles le dijo que después de una intervención como a la que él había sido sometido podían quedar pequeñísimos hematomas que llevarían mucho tiempo también para disolverse por completo. Pero para paliar la situación le recetó dos gotas por día de Nevanac (Nepafenac 0.1%) particularmente indicadas para las inflamaciones posteriores a una cirugía del ojo.
Entonces, otro día, mientras miraba por tercera o cuarta vez un episodio de la tercera temporada de Dr. House porque no había encontrado una mala película clase B en la televisión por cable recordó que a ella no le gustaba House. Y comprendió que ella, igual que una intervención, dejaba hematomas.

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