1. El ojo

         El anestesista le habla.
         Él imagina que el anestesista le habla para distraerlo y para que no piense, entonces, en la intervención inmediata a la que será sometido.
         El anestesista tiene una chaquetilla blanca de mangas cortas con una pequeña martingala en la espalda. Es un hombre de unos 45 años, de baja estatura y robusto. Ahora va al quirófano y vuelve en seguida. Él espera recostado en una camilla. El anestesista va y viene dos veces. Después se le acerca y sigue hablándole mientras le busca una vena en el brazo derecho.
         Es nada más que para sedarte, le dice.
         Él dice que sí con la cabeza.
         Sería bueno que durmieras bien esta noche, le dice el anestesista. ¿Te pasa que a veces no te dormís enseguida?
         Sí, a veces me pasa.
         ¿Y en esos casos que hacés?
         Tomo un poco de Valium... O también... -se detiene.
         El anestesista no lo mira. Lo está canalizando. Pregunta:
         ¿Qué?
         Fumo un poco de marihuana.
         El anestesista mira la hora en un reloj colgado en la pared.
         Fumá marihuana -dice.
         Después el anestesista y una enfermera lo ayudan a dirigirse hacia el quirófano. Lo acompañan al quirófano. Le sirven de sostén. El quirófano de cirugía oftalmológica, o este quirófano, parece el consultorio moderno de un dentista. No hay una camilla sino un sillón reclinable. Pero el olor es el olor de un quirófano. Él se sienta y alguien reclina el sillón hasta ponerlo en posición casi horizontal. En el quirófano están el cirujano, el hijo del cirujano que también es oftalmólogo, el anestesista, una instrumentista y una enfermera. Eso es lo que le parece a él, o la cantidad de personas que alcanzó a contar. No descarta que haya alguien más. De lo que está completamente seguro es de que el cuello de la camisa del cirujano que sobresale por encima del cuello de su chaquetilla es rosa.
         Ahora va a sentir un pequeño pinchazo en el ojo, le dicen. Hoy ya no recuerda quién le dijo eso, pero fue uno de los tres hombres. Le dicen: Es la anestesia.
         En poco tiempo el ojo izquierdo, anestesiado con una o más inyecciones, no ve. Al principio él no se da cuenta de que tiene el ojo destapado y que no ve. Piensa, por ejemplo, que le pusieron un parche. No tiene lógica, pero eso es lo que piensa.
         Y todo lo que todavía ve lo ve con el ojo derecho.
                  ¿Cómo es la luz?, piensa. ¿Es como la vemos habitualmente o es como la vemos con las pupilas dilatadas? Una es la luz que toleramos. La otra es una luz intensa, brillante y que enceguece. ¿Así es la luz y el trabajo de la pupila consiste en adecuar su entrada en el ojo?
         No, no es así. Pero podría formularse una hipótesis que enunciara que un acontecimiento no es la operación de un ojo izquierdo a consecuencia de un agujero macular diagnosticado tres meses atrás. Un acontecimiento, aquí, podría ser una consecuencia, por ejemplo, de la operación del ojo izquierdo o de alguno de los procedimientos que fue necesario realizar para diagnosticar el agujero macular, en este caso la dilatación artificial de las pupilas para que los oftalmólogos puedan ver la retina.
         Esta hipótesis acerca de qué es un acontecimiento se acercaría a la idea de la materia de esta historia, cuando es sabido que la materia es lo único que existe. Es decir: la materia y el vacío.

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