12. Los Galgos

La boiserie original coexiste con un pequeño televisor situado sobre la puerta de entrada que está en la ochava, con espejos, con algunas mesas cubiertas con manteles y otras no, y con un par de esas pantallitas a gas que dan calor. También coexisten, en Los Galgos, cortinas en las ventanas, ventiladores de techo, tubos fluorescentes y gente de edades diversas.
Él ha terminado el café y ahora no sabe qué hacer. Han pasado más de quince minutos y la espera comienza a inquietarlo. Está allí esperando a una mujer. Combinaron para encontrarse allí, la mujer y él, porque ella propuso ese bar. Él sabe que a ella le queda cerca de la casa y a él le da lo mismo. Ese u otro. Pero ese tiene el valor agregado de su antigüedad, tanto que puede decirse que es un bar histórico de Buenos Aires.
A través de una ventana ve, enfrente, el colegio de los jesuitas y recuerda, de pronto, el día de su primera comunión. Pero no quiere pensar en eso en este momento. Prefiere esperar y pensar en la mujer que está esperando.
Ella y él hace diez años que no se ven. Fueron, en aquel tiempo, novios, o una pareja, o como se quiera llamar a la relación amorosa que sostuvieron durante tres años.
Él espera a esa mujer y se repite que quiere decirle, entre otras cosas, después de tanto tiempo sin verla, que él sabe que ella es la mujer que más lo ha querido.
Entonces pide otro café.

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