El bar, lo
dice en un par de vitrinas en la calle, nació en 1930. ¿Hasta cuándo sirvió,
como todos los bares de la época, café de filtro y cuándo comenzó a servir café
exprés? ¿Y por qué, en todo caso, ese antiguo bar, situado en una de las
esquinas más cotizadas del centro comercial porteño, ha sobrevivido hasta hoy y
ha sobrevivido sin cambios estructurales?
Mientras sigue
esperando, y antes de pedir un segundo café, él recuerda dos cosas: la abuela
de ella, la mujer que está esperando, tenía una abuela rusa, una poeta
llegada a la Argentina en algún momento de la Segunda Guerra
Mundial , una chica que parió a la madre de ella en la calle,
porque no llegó al hospital, asistida por un cartero y por una florista. La
abuela de ella se llamaba Marina Andréyev y había nacido en Lúga, no demasiado
lejos de San Petersburgo, ex Leningrado. Algo del carácter indomable de esa
abuela, le ha dicho ella alguna vez a él, ha heredado ella y eso la ha hecho
tan fuerte como débil.
También
recuerda, él ahora, una escena en el comedor del Colegio del Salvador, puesto
que él era medio pupilo y almorzaba todos los días en el colegio.
Entonces
levanta la mano, llama al mozo y pide un segundo café.
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