Ya lo sabe: lo más probable es que, después de la operación, no pierda el ojo izquierdo.
También sabe que a pesar de lo que dice el cirujano él no está muy seguro de que recuperará una visión completamente normal.
Esta idea se le hace presente muchas veces en diversas circunstancias de la vida cotidiana pero sobre todo, y con una cierta insistencia, cuando intenta leer.
El libro que intenta leer, o mejor dicho releer, es El gran Gatsby en la nueva traducción de Justo Navarro, el mismo traductor de los Cuentos Completos, que acaba de publicar Anagrama. Pero entonces la no visión del ojo izquierdo, o la visión tal como se produce a través de una burbuja de gas, entorpece la lectura y sabe, él, que termina haciéndolo o que terminará haciéndolo con ese ojo cerrado.
Por eso ha pensado que quizás podría intentarlo con otro libro. Y se ha decidido por una rara novela de David Markson, La soledad del lector, con una estructura de frases muy cortas, epigramática, que en el desarrollo de la trama avanza muy lentamente y que va estableciendo sus temas por la repetición de algunos de sus leitmotivs: qué personajes reales y famosos fueron antisemitas o cuáles y en qué circunstancias se suicidaron.
De todas maneras, más tarde o más temprano, se da cuenta él, de que está leyendo con el ojo izquierdo cerrado.
Esta cuestión no tendrá solución hasta que el gas termine de diluirse o de fugarse del ojo izquierdo, es decir, unas tres o cuatro semanas después.
En otro orden, más allá de estas cuestiones, piensa o se dice, no necesita nada.
No necesita nada ni a nadie.
El dolor a veces sabe disolverse solo.
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