Durante años caminó todos los días alrededor del Jardín Botánico. Dos vueltas. Cada vuelta: 1.328 metros. Un día, cuando ya terminaba de caminar, tuvo un infarto. No supo hasta más tarde que era un infarto agudo de miocardio. En esos primeros momentos se sintió mal: opresión en el pecho y los brazos entumecidos. No dolor.
Cuando se recuperó, después de una angioplastía en la que le pusieron un stent y del reposo de rutina, resolvió caminar más y comenzó a ir al Rosedal.
Por eso vio, hace pocos días, en avenida Sarmiento, un muerto en una plaza. No pensó, en un primer momento, que el muchacho o el hombre estaba muerto. Lo supo después, a la tarde, en la edición online de un par de diarios.
Hoy ya no sabe si camina todos los días alrededor del Rosedal, que tiene un circuito de 1.600 metros, por costumbre o porque la belleza del lago la resulta irresistible.
Sabe, en cambio, que mientras camina se le ocurren algunas líneas para escribir un relato muy parecido a este. Por ejemplo: el miércoles 14 de noviembre, pocos días después del anuncio de Philip Roth, el escritor húngaro Imre Kertész, Premio Nobel de literatura 2002, anunció que él también deja de escribir.
Todo lo que hay que decir ya está dicho.
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