99. Los Galgos
Un par de meses más adelante del encuentro con la mujer que él había creído que fue la que mejor lo quiso en la vida se le diagnosticó un agujero macular. Esto ya lo sabemos. Recordemos ahora que más o menos un año después de la operación que cerró con éxito ese agujero en la mácula, ante las quejas de él en el sentido de que seguía viendo mal, el cirujano Daniel Charles le diagnosticó una maculopatía miópica, que nada tiene que ver con un agujero macular, o por lo menos en este caso, y le recomendó, el cirujano, ya que su caso permite ser optimistas, una serie de tres o cuatro inyecciones, a una por mes, para mejorar o, incluso, curar la maculopatía. Estas inyecciones, que no requieren cuidados anteriores más que algunas gotas en el ojo izquierdo durante las 48 horas previas y otras gotas durante la semana siguiente a la operación, se ponen en un quirófano con anestesia local. Por eso, alentado por su oftalmólogo, que ya resolvió un problema, él acepta el tratamiento de tres o cuatro inyecciones que, como es obvio, se completará en tres o cuatro meses.
98. El ojo
La mirada ve lo que quiere. O no ve.
Diane Arbus: Freak con rosas
Ruth Orkin: Desde su ventana
Annie Leibovitz: Alicia para Vogue
97. Otra historia
Jacek Yerka a solas
Imágenes de este mundo
I
Instalación I *
II
Instalación II *
III
Instalación III *
* Los títulos son nuestros.
95. Resumen
Jacek Yerka es un pintor polaco (Torun, 1952) demasiado rápidamente etiquetado como surrealista. Sus imágenes tocan algo secreto, algo secreto incluso para uno mismo, y a eso quizás deben su impacto y su carácter de revelación. Uno ve en las escenas de Yurka algo que imagina o que desea sin saberlo: un universo plantado de otra forma ante la mirada, una puesta en crisis del sentido de realidad, o una iluminación a la manera de las cosmogonías proféticas y atávicas dominantes en la India y en China: el mundo, por ejemplo, plano o casi plano -no esférico- sostenido por elefantes a su vez sostenidos por una tortuga que, a su vez, está en el agua o vuela en el espacio.
Imagen de archivo
Jacek Yerka *
*Gracias @helenal2010
94. Anexos
Chica Americana en Italia, foto de Ruth Orkin tomada en Florencia (1951)
Durante mucho tiempo esta foto de la estadounidense Ruth Orkin promovió discusiones equivalentes a las que produjo El beso (1950) del francés Robert Doisneau. La pregunta era: ¿es una toma espontánea, obtenida sin previo aviso, o es una imagen producida? Muchos años después Ninalee Craig, la protagonista de la foto, declaró que ella y Ruth Orkin se conocieron casualmente en Florencia http://today.msnbc.msn.com/id/44182286/ns/today-today_news/t/subject-american-girl-italy-photo-speaks-out/#.UN2tnW_rzx4. Orkin la vio pasar por esa esquina poblada por hombres, se le presentó y le pidió que volviera a pasar para obtener la instantánea. Las dos viajaban solas y lo continuaron haciendo juntas. Chica Americana se convirtió en un ícono del feminismo. Otra versión de la propia Craig sostiene que primero se conocieron y que después combinaron para salir el día siguiente a sacar fotos. Como sea, este fue el resultado globalmente conocido. Y también:
Etcétera.
Ruth Orkin (1921- 1985) fue hija única de
la actriz de cine mudo Mary Ruby y de Samuel Orkin. Creció en Hollywood entre
los años 20 y 30, luego a mediados de los 40 fue fotógrafa de Life, Look y
otras revistas. En su madurez y desde su departamento frente al Central Park,
documentó lo que desde allí veía: los cambios de las estaciones observados desde
su ventana. Estas fotografías las plasmó en dos libros: A World Through My
Window (1978) y More Pictures From My Window (1983).
93. El vacío
I
Foto de Annie Leibovitz para Vogue*
* Sobre Annie Leibovitz y su extraordinaria producción fotográfica, que continúa su curso, http://es.wikipedia.org/wiki/Annie_Leibovitz y buscar Imágenes en Google. Entre muchas otras cosas Leibovitz le tomó las últimas fotos a John Lennon antes de su asesinato el 8 de diciembre de 1980.
II
La única señal de que en la Plaza Sicilia, frente al Rosedal, en los bosques de Palermo, se alzaba el casco de la quinta de Juan Manuel de Rosas está en el Aromo del Perdón http://scriptvidareal.blogspot.com.ar/2012/12/60-anexos.html y http://scriptvidareal.blogspot.com.ar/2012/12/61-etcetera.html
En una piedra al pie del aromo y en piedra con letra que el tiempo desdibuja todavía alcanza a leerse: Aromo de Manuelita. Lugar histórico. Testimonio de una de las épocas más importantes de la vida nacional. Homenaje de la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires.
III
Borges por Diane Arbus (circa 1969)
92. Los Galgos
No vamos a escuchar nada más acá.
Y no vamos a volver a ver nada o casi nada de lo que vimos.
La escena está terminada pero al mismo tiempo algo permanecerá de esta escena en las inmediaciones de la historia que continúa.
Sivori, para tratar de despejarlo, para intentar que piense en otra cosa y no en las historias equivocadas le propone que vean una película de Steven Shainberg en la que Nicole Kidman interpreta a la fotógrafa neoyorkina Diane Arbus. El director, un hombre que no ha llegado todavía a los 50 años, vivió en los '90 en un monasterio zen y sus películas son una deriva independiente que a veces se detiene en personajes inquietantes: es el caso de An Imaginary Portrait of Diane Arbus (2006), una mujer conmovida y obsesionada por el mundo de los freaks. En 1972 fue la primera fotógrafa estadounidense invitada a la Bienal de Venecia y el MoMA produjo su primera exposición retrospectiva. Arbus se había suicidado en 1971. Por este camino, entonces, el de la fotografía y las mujeres, Sivori y él, entran en los imaginarios de Diane Arbus, de Ruth Orkin y de Annie Leibovitz.
Y no vamos a volver a ver nada o casi nada de lo que vimos.
La escena está terminada pero al mismo tiempo algo permanecerá de esta escena en las inmediaciones de la historia que continúa.
Sivori, para tratar de despejarlo, para intentar que piense en otra cosa y no en las historias equivocadas le propone que vean una película de Steven Shainberg en la que Nicole Kidman interpreta a la fotógrafa neoyorkina Diane Arbus. El director, un hombre que no ha llegado todavía a los 50 años, vivió en los '90 en un monasterio zen y sus películas son una deriva independiente que a veces se detiene en personajes inquietantes: es el caso de An Imaginary Portrait of Diane Arbus (2006), una mujer conmovida y obsesionada por el mundo de los freaks. En 1972 fue la primera fotógrafa estadounidense invitada a la Bienal de Venecia y el MoMA produjo su primera exposición retrospectiva. Arbus se había suicidado en 1971. Por este camino, entonces, el de la fotografía y las mujeres, Sivori y él, entran en los imaginarios de Diane Arbus, de Ruth Orkin y de Annie Leibovitz.
Bill Murray en Flores rotas de Jim Jarmush (2005)
La última vez que vio a su padre comprobó que no tenían nada que decirse, nada que preguntarse, nada en común. Su padre estaba internado en el Hospital Fernández en espera de un diagnóstico y cuando él fue a verlo le dijo que pagaría cualquier cosa, su padre, por tomar un café y fumar un cigarrillo. Entonces él le dio su impermeable y lo ayudó a ponérselo y juntos bajaron en un ascensor enorme, apto para camillas, pensó él, salieron a la calle y fueron hasta un bar que había en la esquina. Lloviznaba. Al lado del bar había un kiosco. Él compró un paquete de Marlboro box y un encendedor Bic. Después se sentaron a una mesa, la primera que encontró a su paso el padre, y pidieron dos cafés, y fumaron. Él también fumó, quizás para tener algo que hacer, algo con que entretener las manos mientras observaba la mirada del padre que estaba detenida afuera, en algún punto o alguna cosa en la calle que estaba o parecía estar, si es que era algo y no nada, a espaldas de él. Su padre había adelgazado un poco, tenía el bigote gris y mal cortado, y parecía ensimismado o, también le pareció posible a él, fuera de todo. En los diez o quince minutos que estuvieron en el bar casi no hablaron. Su padre le pregunto: 1° por su hermano, es decir por el hijo menor del padre; 2° por su madre, la madre de él y de su hermano; y 3° por Racing, quería saber cómo iba Racing. En estos intercambios breves, ya que las respuestas de él podrían resumirse, las tres, en una sola palabra: Bien, el padre no desvió la mirada de la ventana y no lo miró. Pero él vio que tenía los ojos marrones con algunas estrías de sangre y nublados, no por lágrimas sino por imágenes que él jamás sabría cuáles eran. De modo que por fin pagó los dos cafés y se fueron. El padre, sin decir nada, se guardó en un bolsillo del pijama que tenía debajo del impermeable los cigarrillos y el encendedor.
Steven Shainberg, An Imaginary Portrait of Diane Arbus (2006)
91. El ojo
I
Don Johnston es un hombre de mediana edad que vive voluntariamente solo después de haber atravesado por lo menos cuatro relaciones de pareja. Un día recibe un anónimo en el que se le dice que tiene un hijo adolescente que lo está buscando. Incitado por un vecino que es detective Johnston comienza un viaje hacia ese pasado de amores pasados en el que progresivamente se irá encontrando con un vacío creciente.
Sinopsis y fichas técnicas de la película de Jarmush pueden consultarse en http://www.imdb.com/title/tt0412019/ y/o en: http://es.wikipedia.org/wiki/Flores_rotas
En cuanto a la película en sí sólo cabe verla.
II
El agujero macular, por fin, le confirma el cirujano Daniel Charles con un tono que no disimula por completo el orgullo, ha quedado cerrado y bien cerrado. Es decir, la operación realizada hace un año ha sido un éxito completo. Pero él todavía no ve bien, le dice al cirujano, Ve, con el ojo izquierdo, como si tuviera un punto ciego. De modo que el cirujano le ordena nuevos estudios que se realizan en la misma clínica de la calle Río Bamba entre Córdoba y Paraguay y el diagnóstico es inapelable. El tiene, ahora, una maculopatía miópica. Y esta maculopatía miópica no tiene nada que ver con el agujero macular. Se ha producido con absoluta independencia. Lamentable pero cierto. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, tal como se dice. Pero en su caso, le dice el Dr. Charles, es posible que una serie de inyecciones en el ojo mejoren o curen el mal. Serían en principio tres inyecciones, a una inyección por mes, o eventualmente cuatro. El cirujano, es claro, le sugiere que se haga este tratamiento de inyecciones. Es una pavada, dice.
III
IV
Un twit:
Vivimos enamorados de ilusiones ópticas.
V
Un twit:
Vivimos enamorados de ilusiones ópticas.
V
¿Cómo se sale de un infarto? Si los médicos te reciben en lo que ellos llaman una ventana que -si no se trata de un infarto masivo de esos que te matan de una- es un período de aproximadamente seis horas desde el comienzo de los síntomas, hay muchas posibilidades de zafar con una angioplastía http://scriptvidareal.blogspot.com.ar/2012/12/87-anexos.html una operación que se realiza con anestesia local y que suele desarrollarse en más o menos poco tiempo. Después, cuando el paciente le pregunta a su clínico por qué tuvo un infarto apenas a 20 días de hacerse un chequeo exhaustivo en el que le dio todo, completamente todo, bien, el doctor Hevia le dice que es imposible prever, y en consecuencia prevenir, en qué momento una placa se desprenderá del lugar que ocupa normalmente y obstruirá una arteria. #Eso
VI
María se va. Sivori le presta a él su auto, un Volskwagen Fox negro, para que la lleve al aeropuerto. Y él lo hace: la pasa a buscar por el departamento de Carola y la lleva a Ezeiza. El diálogo siguiente transcurre en el auto, casi sin que se miren, y quizás sea mejor así, piensa él, puesto que quiere hacer un par de preguntas bien concretas y, es más, desagradables, como por ejemplo: ¿Cuándo volvés? y ¿Quién es ese alguien? Por eso ella dice que no sabe exactamente cuándo porque no sabe cuántos días deberá quedarse con su madre en Lisieux, por un lado, y por otro porque tampoco sabe cuánto tiempo le llevará despedirse amistosamente de Pierre, un dibujante parisino de comics con el que estuvo de novia un año pero un año en el que se vieron poco porque ella estaba siempre en Bruselas, hasta que terminaron, pero ahora, ella ya a bordo de su año sabático y dispuesta a pasarlo en Buenos Aires, Pierre no se resigna a que todo haya terminado y le ha propuesto y le propone, una y mil veces, volver a estar juntos. Esto, es obvio, es lo que más le duele a él porque piensa que es algo que puede suceder, que a último momento María y Pierre reinicien la relación que tuvieron y que había terminado y que él, acá en Buenos Aires, se quede, como se dice, colgado del pincel. Pero ella le dice que no, que no será así, y le repite que vuelve a París para ayudar a su madre a instalarse en Lisieux, para despedirse después de Pierre, y para cerrar el departamento del Pasaje Dauphine. Y que entonces regresará. Entre otras cosas, le dice, ella a él, porque sabrá, ella, que él la está esperando.
VII
Maculopatía miópica
90. Otra historia
I
Quienes escribieron sobre la vejez, empezando por Cicerón, rondaban los sesenta años. Hoy el sexagenario sólo es viejo en sentido burocrático, por haber llegado a la edad en que generalmente tiene derecho a una pensión. Al octogenario, salvo excepciones, se le consideraba un viejo decrépito de quien no valía la pena ocuparse. Hoy, en cambio, la vejez, no burocrática sino fisiológica, comienza cuando uno se aproxima a los ochenta años. (...) El desplazamiento ha sido tan grande que el curso de la vida humana, dividido en tres edades tradicionalmente y también ahora en las obras sobre el tema del envejecimiento y en los documentos oficiales, se ha prolongado en la llamada "cuarta edad". Nada prueba mejor, sin embargo, la novedad del fenómeno que comprobar la falta de una palabra para designarlo: también en los documentos oficiales a los agés les siguen los très agés. Quien les habla es un no mejor definido très agés, dice Norberto Bobbio en las primeras páginas de De senectute.
II
Sivori y Jim Jarmusch se conocieron en el mes de septiembre de 2005 en el marco del Festival de Cine de San Sebastián. Sivori terminaba de filmar su tercera película, Mensajes de voz, y Jarmusch venía de obtener en mayo el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes por su película Broken Flowers y le contó a Sivori, una noche, mientras tomaban vodka en un bar frente a la playa de La Concha, que había escrito el guión antes del estreno de Lost in Traslation de Sofia Coppola pensando que el personaje de Don Johnston debía representarlo Bill Murray.
Jarmusch y Sivori tenían entonces la misma edad: 52 años. Flaco, muy alto, con el pelo blanco y un rostro juvenil, Jarmusch bebía y fumaba y hablaba en una noche clara y templada mientras el mar rompía con mansedumbre en la playa y Sivori lo escuchaba embelesado. Si a alguien y si algo admiraba Sivori, en el cine, eran a Jarmush, a sus films y a sus estrategias para mantenerse a salvo de los compromisos con las corporaciones.
Por eso cuando Jarmush le preguntó por sus películas lo primero que pensó Sivori era que se trataba de una formalidad amistosa y cordial, pero pronto comprendió que lo hacía con interés genuino. Así que le habló, Sivori a Jarmusch, de una manera acotada y breve de sus tres películas: Parra, de 1995; El cuerpo, de 2000; y Mensajes de voz, de ese mismo 2005. Jarmusch, entonces -y Sivori quedó perplejo- le dijo que había visto El cuerpo en una copia que le había pasado su mujer, Sara Driver, que la había visto en el Festival de San Petersburgo cuando El cuerpo obtuvo el Premio del Público.
III
María Fournier se va, vuelve a París para acompañar a su madre en la mudanza a una granja en las afueras de Lisieux en la Baja Normandía. Después volverá a Buenos Aires. No sabe bien cuándo. Porque además de la mudanza, cuando regrese a París, tiene que cerrar el departamento del Pasaje Dauphine y debe despedirse de alguien. ¿De quién? De alguien. De alguien, además, que no quiere que ella se venga a Buenos Aires. Él no dice nada. Sivori le pregunta si la decisión de todas maneras está tomada. Carola propone que brinden. No volverán a verse, ella y María, hasta dentro de un año porque Carola se quedará en Bruselas. Él no dice nada. No puede decir nada. No está en condiciones de agregar una sola palabra más porque el tema de la despedida de alguien le cortó la respiración, le nubló le vista, le hizo -como se dice- un nudo en el estómago. Sí, le dice María a Sivori, no sé cuánto tiempo me llevará eso, pero no hay vuelta atrás. Se levanta un poco de viento y los manteles sobre las mesas del patio del restaurante del Museo Evita, en la calle Gutiérrez, se agitan. Pero el cielo está estrellado y no hace frío. Y él se encuentra pensando que creía que nunca más le pasaría una cosa así.
IV
Julie Delpy y Bill Murray
V
Love loves to love love.
(Joyce, Ulises)
89. Etcétera
I
Naught had, all's spent,
Where our desire is got without content.
(Shakespeare, Macbeth, Act 3, Scene 2)
II
El fin con la mujer que no busca hombres sino sparrings, recordemos, se produce el mismo día, a la noche, en que a él el cirujano Daniel Charles le realiza una operación en el ojo izquierdo para cerrar un agujero macular. Esa noche, poco después de la intervención, van a comer algo en un restaurante que está en la esquina de la casa de él y a ella se le ocurre, de pronto -como en general se le ocurrían las cosas que en seguida desembocaban en roces y enojos, es decir, para él, de una manera imprevisible y por lo tanto, al mismo tiempo, incomprensible-, que lean un par de trabajos que la dramaturga debe entregar dos o tres días después. Es decir, que él, con un parche en el ojo pero que le cubre casi la mitad de la cara, escuche, mientras comen, los trabajos que ella, ya, empieza a leerle. Y no es dramatizar demasiado si recordamos que él acaba de salir de una operación traumática, que sobrelleva un notable stress desde por lo menos quince días antes -cuando fue programada la intervención-, que tiene molestias en el ojo y en los alrededores del ojo todavía dormidos bajo el parche y que, si bien todo se hizo con anestesia local, él, a los efectos, fue considerablemente sedado. Entonces ella no acepta la propuesta de leer esos materiales el día siguiente y mientras él come algo escucha lo que ella lee y desliza pequeñas sugerencias de corrección o algunos comentarios. Hasta que le dice, él, que una palabra no le gusta y le sugiere otra. Entonces ella estalla: primero sigue leyendo sin contestar y cada vez más rápido y después, cuando él le sugiere que si no está de acuerdo descarte la sugerencia, ella deja de leer y dice algo más o menos ofensivo que él ya no recuerda pero sí recuerda que le dijo que lo estaba maltratando. La discusión subió de tono y por fin, cuando llegaron de vuelta a su casa, donde ella se iba a quedar a dormir para hacerle compañía, se supone, y para ayudarlo a dormir boca abajo y no girar hacia su costado izquierdo, él le dijo que se fuera. Y a pesar de los intentos de ella por descomprimir, ahora, la situación él le repitió que se fuera, le dijo que si necesitaba algo tenía a quién llamar, la agarró de un brazo, la llevó hasta el ascensor, bajaron, le abrió la puerta de calle, la cerró de inmediato y volvió al departamento. Entonces sintió, cuando cerró la puerta y se quedó solo, un alivio infinito.
III
Quiero saber de quién es mi pasado.
(Borges, All our yesterdays en La rosa profunda)
IV
Twits:
El cobarde está hecho de deseos insatisfechos.*
En la CABA hay 16.353 personas viviendo en la calle.
Las polémicas empiezan cuando se pierde la razón.
(* Idea robada en Twitter a @cuasifeliz con su consentimiento).
V
Él ahora quiere releer qué dice Norberto Bobbio sobre la vejez. Quiere releerlo ahora. Entonces sucede lo que sucede: comienza a buscar el libro y no lo encuentra por ningún lado. Sabe que lo tiene, sabe que tiene que estar, sabe que su lugar es junto a otros dos libros de Bobbio: Derecha e Izquierda y Autobiografía, pero no los encuentra. Él busca concretamente De senectute publicado en 1996, ocho años antes de la muerte del filósofo en 2004 a los 94 años.
VI
Où sont des morts les phrases familières,
L'art personnel, les âmes singulières?
(Valéry, El cementerio marino)
VII
James Joyce
88. Resumen
*
El contenido explícito de las próximas citas textuales del diario no afectará la sensibilidad de los lectores. O la afectará de otro modo.
Te quiero entero. Besame mucho.
Me gusta que cumplas tus promesas. Mis fantasías. El pasillo de tu casa.
Me gusta que riegues las plantas con linterna.
Me gusta mi vida. Y tu piel suavecita.
(Un lunes)
Lo bueno de hoy es que dormimos juntos
(Un miércoles)
Hace un rato que te fuiste con Mora dormida en los brazos (que se olvidó sus regalos). Tenía los cachetes llenos de purpurina.
Te extraño Juan en mi cama porque te amo.
(Un jueves)
Que te pongas de pie para que te chupe la pija es una reverencia para mi boca.
Yo me arrodillo con veneración y calentura.
(Un viernes)
Neurótico. Esta mañana quise matarte. Malhumorado. Enojadizo. Lindo. Mío.
(Un miércoles)
Etcétera.
*
María fuma marihuana y con los ojos húmedos y los labios cerrados en una de sus sonrisas plácidas, amorosas, le acaricia una mano. No deja de acariciarlo. Hace comentarios sobre la película que miran y le acaricia la mano izquierda.
¡Ha pasado tanto tiempo desde todos los fracasos!
O a lo mejor no tanto, por lo menos desde el último, pero en este momento a él le parece una eternidad. Enamorarse borra la memoria de cualquier sistema y, lo que es peor, alienta la ilusión de que hay una felicidad posible, quizás perecedera pero posible.
Él se desliza sobre ella, la besa, le huele el pelo, le muerde el cuello, y ella le acaricia la cabeza, los hombros, le araña la espalda, separa y recoge las piernas.
La película es Flores rotas, con Bill Murray, Jessica Lange, Julie Delpy, Heather Simms y Sharon Stone entre muchos otros y fue realizada por el director independiente Jim Jarmush en 2005.
*
Los capítulos de algunas historias que nos acompañan desde los primeros días van terminando. De hecho es posible que después de un par de entradas más dos de esas historias, por lo menos, desaparezcan. Es decir, desaparezcan de Script / Vida real 2.0 (Una historia en construcción). También es posible que, como se dice, alguna de esas historias se echen de menos, o se extrañen. De hecho, yo mismo voy a echar de menos una de ellas. Pero es indispensable que termine porque de lo contrario lo que tendría por delante son sólo aguas pantanosas.
*
Mora, su hija, vivía con él. Nunca sabrá hasta qué punto objetivo este hecho si se quiere simple, familiar, cumplió un papel fundamental. Pero él siempre ha sentido y siente que lo cumplió, que fue fundamental que Mora viviera con él. Porque cuando pudo regresar al departamento, cuando pudo hacerlo de una manera precaria movida más que nada por la ignorancia de lo que le estaba pasando y por la necesidad -él pensaba que era una necesidad: que si volvía a su casa y se recostaba esa fatiga infinita que lo había atacado se le pasaría, la fatiga y el entumecimiento de los brazos-. Hay infartos agudos de miocardio que no producen los síntomas más difundidos, vamos a decirlo con todas las letras: hay infartos agudos de miocardio que no producen dolores en el pecho ni en el brazo izquierdo ni en ningún lado. Sólo, producen, esos infartos, fatiga intensa, peso fuerte en el pecho al que se le llama efecto pata de elefante, y entumecimiento de los brazos desde los codos hasta las manos. O por lo menos esos fueron los síntomas que él tuvo. Por eso ni se le ocurrió pensar que se trataba de un infarto. También porque él no entraba en las variables de riesgo habituales o más difundidas: no tenía sobrepeso, el colesterol y los triglicéridos le habían dado perfectos en un análisis de sangre realizado 20 días antes, y no fumaba desde hacía más de 10 años. Por eso pensó que se trataba de una caída de presión, por ejemplo. Y cuando no pudo más se sentó en un banco, en la vereda del Botánico, enfrente de su casa. Pero el cuadro no mejoró. Así que decidió cruzar y volver a su departamento aunque no estaba seguro de que las fuerzas, tal como se dice, lo acompañarían. Pero lo acompañaron. Y en su casa estaba Mora, es claro, y Mora llamó por teléfono a su clínico, y su clínico, el doctor Jorge Hevia, le dijo a Mora que lo más rápido posible pusiera a su padre en un taxi y lo llevara a la guardia del sanatorio Mater Dei, y que él, el Dr. Hevia, llamaría en ese mismo momento al sanatorio para que cuando Mora y su padre llegaran los estuvieran esperando.
*
Él le pregunta y María le dice que habla así, casi sin acento, porque si bien el castellano es para ella su lengua materna muy rápido aprendió también el francés, a tal punto que se la considera bilingüe, lo cual fue un antecedente más para postularse como traductora simultánea en la Unión Europea en Bruselas. Y también porque estuvo muy poco en Buenos Aires, un par de veces antes de hoy, y que eso no alcanza para pegarle el acento a nadie si es que el castellano de los porteños tiene acento en comparación, por ejemplo, con el castellano de los cordobeses, aquí en la Argentina, o con el castellano de los españoles. Y dice:
-Pero no entiendo por qué se te ocurren preguntas así en este momento.
Y él le dice:
-Porque siempre hay que saber en qué lengua se coje.
*
*
Ha resuelto, él, no leer todo el diario. No está dispuesto a hacerlo. O no puede hacerlo. Algo le restituye, como a un adicto que se ha curado, una ecuación del amor y del erotismo que sin embargo fuga como fugan las pasiones y al mismo tiempo un desgarro, una fisura por la que se escapa lo que creía que eran sus mejores recuerdos de una historia de amor. Y en su lugar se planta una pregunta que por supuesto no le devuelve nada: ¿Y si él no supo cómo hacerla sentir querida?
87. Anexos
*
Michel Siffre (1939) es el espeleólogo francés que en 1962 vivió durante dos meses a 114 metros bajo tierra en el interior de un glaciar subterráneo en la frontera franco-italiana sin reloj ni nada que le permitiera registrar el paso del tiempo.*
* Citado por Georges Perec en 86. El vacío (Georges Perec, Nací, Eterna Cadencia 2012).
*
Sivori dice, y ha dicho siempre, que él no le puede reprochar a él que haya utilizado cosas que le pasaban a él, a Sivori, para escribir su última novela. Quizás, sí, que no haya cambiado los nombres de Pina Bosch, la mujer de enfrente, y de Carola Holms, a la que Sivori conoció a través de Pina. Pero también es cierto que Carola, cuando leyó el libro, no se molestó, no le dio importancia, y se desentendió en seguida del asunto. Es obvio que él no conocía ni a Pina ni a Carola en ese momento. Tampoco hace tanto, apenas un par de años. Pero las películas y las novelas se olvidan más rápido de lo que uno cree. Pina no se enteró. Estaba demasiado ensimismada, demasiado ocupada preparando su propio fin. Yo al principio no me dí cuenta de eso. Y cuando me dí cuenta ya era tarde. Pina tenía 43 años y Carola 39. Es decir, vos tenés la misma edad que Carola. Y en cualquier momento vas a aparecer en alguno de sus libros.
-Yo no soy Carola -dice María-. Yo lo mato.
*
Un twit:
Las adicciones no son malas. Lo que es malo es que a veces te matan. Y que otras veces te curás.
*
Él cree que nadie queda del todo bien después de curarse de una adicción. Algo habrá perdido su elasticidad: o la percepción o la memoria o el pensamiento. En ocasiones, temible, lo que pierde alguien que se cura de una adicción es la elasticidad de los sentimientos.
Y si se le discute esta convicción, él, con ironía, dice: Remember George Bush.
*
Maculopatía miópica
*
El contenido explícito de las próximas citas textuales del diario puede afectar la sensibilidad de los lectores.
Anoche te quedaste dormido sobre mi espalda con tu pija descansando en mi culo. Respirabas como un hombre y yo debajo tuyo, muy quieta, muy blanda, sentía el movimiento rítmico de la respiración en tu cuerpo. Esa respiración me tocaba, me cojía, y yo me calentaba. Dormías y me cojías. Yo me movía imperceptiblemente como la respiración y te cojía.
No me animé a despertarte.
*
Angioplastía
86. El vacío
*
Algunas de las cosas que en todo caso tendría que hacer antes de morir:
Me gustaría tener tiempo para leer a Henry James.
Aprender italiano.
Vivir una experiencia "fuera del tiempo" (como Michel Siffre).
Y hay, por último, cosas que ya resulta imposible plantearse, pero que hubieran sido posibles no hace tanto tiempo, por ejemplo:
Emborracharme con Malcolm Lowry.
Conocer a Vladimir Nabokov.
(Georges Perec)
*
Café Los Galgos (Callao y Lavalle. CABA)
*
En la miopía progresiva, a partir casi siempre de las seis dioptrías y con el paso del tiempo, suelen aparecer alteraciones más o menos graves como la atrofia corioretiniana, el desprendimiento de retina y la maculopatía miópica.
La maculopatía miópica se caracteriza por la aparición de un punto ciego de tamaños variables en principio en el ojo con mayor miopía, el izquierdo en el caso que nos interesa.
*
Ella no lo recuerda pero el diario sobre la relación con él que escribió durante un par de meses hace años tiene pasajes de una deliberada intensidad. Algunos de estos pasajes (como se ha insinuado ya en citas anteriores) atraviesan el erotismo y la sexualidad con un lenguaje llano y una sinceridad conmovedora.
*
Infarto agudo de miocardio
*
El contenido explícito de las próximas citas textuales del diario puede afectar la sensibilidad de los lectores.
Chupar una pija no es besar una boca. Eso es lo bueno o, mejor dicho, la otra parte de lo bueno. Lo bueno sigue siendo chuparla, pasarle toda la lengua, pasarle los dientes, tragarla.
*
Si uno tiene un agujero macular una cuadrícula se ve más o menos así.
85. Los Galgos
Por fin ella, la chica que él había creído que fue la que mejor lo quiso en la vida, Tamara Maragall, y él, se levantan de la mesa en el café Los Galgos y salen a la calle. Por eso recordará, él, después, el café también visto desde afuera. En realidad no lo ha visto como le parece recordarlo pero con todas las cosas es igual: el recuerdo es una cosa, la realidad es otra, y la ficción es la única verdad. La gente, sobre todo las mujeres, la miran al pasar y ella pasa naturalmente entre todos, con una especie de gramática del caminar frente a la mirada de los otros como si estuviera sola en el mundo pero al mismo tiempo dando a entender que los ve a todos, que no los ignora, que si no fuera por ellos, por todos ellos, ella no existiría.
Caminan cien metros juntos, se dicen las cosas propias de una despedida, en la esquina siguiente se detienen, se prometen volver a verse, se abrazan y ella se va para un lado y él para el otro. Como un imbécil él recuerda ahora que se había propuesto comprar sábanas y que fue caminando hasta Palacios en la esquina de Marcelo T. de Alvear y Uruguay... ¡Comprar sábanas! Después de un encuentro como el que terminaba de protagonizar... La vida está llena de roles protagónicos. Casi todos son aburridos. Muchos son obvios. Algunos son demoledores. Otros, muy pocos, tanto que casi no existen, son los que le dan razón de ser y dimensiones épicas a a la existencia.
-En un caso así -dice él-, si estuviéramos en una novela o en una película, lo que habría que hacer es tomarse un taxi y perderse a lo lejos por Callao en la bruma de un atardecer oscuro. Y tener bien en claro que no es el comienzo de una bella amistad.
María juega con el encendedor entre los dedos. Y él, que la ha mirando tanto, y que le ha mirado tanto los dedos, recién en este momento se da cuenta de que la piedra que lleva en el anillo de oro tipo sello en el anular de la mano derecha es una esmeralda.
Tenía ganas, ella, María, de comer un tostado, algo tan simple como eso en Buenos Aires: un tostado de jamón y queso con una cerveza. De modo que compraron cigarrillos en un kiosco frente a La Placita y siguieron caminando y unas cuadras después, en una esquina, encontraron un bar que a ella le gustó y eligieron una mesa y pidieron dos tostados mixtos y dos porroncitos de Heineken.
En el diario dice: 1. Te amo, te necesito. 2. Vos, cojeme. Si me amás, cojeme. 3. Si me amás mucho cojeme mucho. 4. AMAME (Siempre).
Sin embargo, ahora, tantos años después, ella, esa chica, Tamara Maragall, una diosa de la moda en el mundo entero, la chica que él había creído que fue la que más lo quiso en la vida, le escribe para decirle que él sigue siendo un hombre oscuro, frío y sin amor.
En el diario dice: 1. Te amo, te necesito. 2. Vos, cojeme. Si me amás, cojeme. 3. Si me amás mucho cojeme mucho. 4. AMAME (Siempre).
Sin embargo, ahora, tantos años después, ella, esa chica, Tamara Maragall, una diosa de la moda en el mundo entero, la chica que él había creído que fue la que más lo quiso en la vida, le escribe para decirle que él sigue siendo un hombre oscuro, frío y sin amor.
Susurros perdidos: ¿qué se dicen?
84. El ojo
Abrió una cuenta en Twitter cuando esperaba la operación del ojo izquierdo que se había programado para quince días como mínimo -no recuerda ahora exactamente cuántos- más adelante para cerrar un agujero macular. No es lo más grave que le ha pasado con su cuerpo. Cuatro años atrás, por ejemplo, tuvo un infarto. Pero puede decirse que el tema del ojo lo perturbó más que el ataque al corazón. Esos eran los días, también, los últimos días de su relación con la mujer que no buscaba hombres sino sparrings: tipos dispuestos a acompañarla en su vida social a veces marcada por la fama, preparados para contestarle de inmediato todos los mails que escribía por día, listos para atender sus infinitas llamadas por el celular para contar sin descanso los mil y un problemas que tenía, desde su separación hasta su hijo mayor, sobre todo su hijo mayor, una calamidad construida por ella a fuerza de desvivirse por darle todo lo que al pibe se le antojaba, y dispuestos, siempre dispuestos, los sparrings, a facilitarle un muslo para que ella se frotara hasta acabar. Es decir, ella, esa mujer que se definía a sí misma como una buena persona. Entonces él escribía twits:
Las polémicas empiezan cuando se pierde la razón.
O:
La felicidad es eso que pasa de largo cuando el 15 no se detiene en la parada de Santa Fe entre Armenia y Malabia.
O:
Para un peronista no hay nada peor que otro peronista.
Las compensaciones más notables venían, de parte de ella, con regalos: siempre espléndidos, sorprendentes y regularmente inapropiados. La ropa que ella le regalaba a él no le gustaba. Eran prendas caras, de primeras marcas y de colores propios de la temporada. Pero a él esa ropa no le gustaba porque él se viste con básicos tan básicos como un jean, una remera negra y esas zapatillas, por llamarlas de algún modo, que inventó hace muchos años Camper y que le copió todo el mundo: http://www.camper.com/es/eshop/productos.xhtml?type=M
-Sos implacable -le dice María.
-No, soy realista. Hay que recuperar el realismo.
-Pero la querías...
-Los primeros dos meses la quise.
-¿Cuánto tiempo estuvieron juntos?
-Te queda un solo cigarrillo... -dice él-. Dos años, más o menos.
-Fumalo. Lo necesitás más que yo.
La sonrisa no desaparece del todo de su boca. Escucha y escucha, casi sin hacer preguntas, y conserva espontáneamente algo plácido como si se dejara flotar en la calma chicha.
-También es cierto que exagero un poco.
-Caminemos un poco, hasta otro bar, y compramos cigarrillos.
-Dale.
-¿Y cómo está tu ojo ahora?
-No del todo bien... Pero no puedo dejar de mirarte.
Las polémicas empiezan cuando se pierde la razón.
O:
La felicidad es eso que pasa de largo cuando el 15 no se detiene en la parada de Santa Fe entre Armenia y Malabia.
O:
Para un peronista no hay nada peor que otro peronista.
Las compensaciones más notables venían, de parte de ella, con regalos: siempre espléndidos, sorprendentes y regularmente inapropiados. La ropa que ella le regalaba a él no le gustaba. Eran prendas caras, de primeras marcas y de colores propios de la temporada. Pero a él esa ropa no le gustaba porque él se viste con básicos tan básicos como un jean, una remera negra y esas zapatillas, por llamarlas de algún modo, que inventó hace muchos años Camper y que le copió todo el mundo: http://www.camper.com/es/eshop/productos.xhtml?type=M
-Sos implacable -le dice María.
-No, soy realista. Hay que recuperar el realismo.
-Pero la querías...
-Los primeros dos meses la quise.
-¿Cuánto tiempo estuvieron juntos?
-Te queda un solo cigarrillo... -dice él-. Dos años, más o menos.
-Fumalo. Lo necesitás más que yo.
La sonrisa no desaparece del todo de su boca. Escucha y escucha, casi sin hacer preguntas, y conserva espontáneamente algo plácido como si se dejara flotar en la calma chicha.
-También es cierto que exagero un poco.
-Caminemos un poco, hasta otro bar, y compramos cigarrillos.
-Dale.
-¿Y cómo está tu ojo ahora?
-No del todo bien... Pero no puedo dejar de mirarte.
Gente sin techo (CABA). Y fuera de foco.
82. Etcétera
Sivori, obvio, no se llama Sivori.
Sivori es un personaje creado por él para escribir su última novela.
En esa novela, Cine, Sivori es un director de cine independiente que acepta un encargo: filmar una película sobre Evita, y es el protagonista de la novela, él y sus vicisitudes frente al proyecto que aceptó y frente a las vicisitudes de la vida misma.
María vuelve a reírse:
-Sivori... -dice-. No está mal. Y le gusta que lo llames así.
-Se divierte. Le gusta, es un poco raro. Él no es así, él no es Sivori, pero es como si le gustara serlo.
-¿Tomamos otro café?
-Sí, claro.
Se la ve cómoda, a ella, sentada en ese silloncito de lata en la terraza del bar. Se la ve como si hubiese encontrado un tramo de calma chicha en aguas normalmente agitadas.
Entonces es él, ahora, quien tiene ganas de fumar un cigarrillo.
Saca uno del paquete que ella dejó sobre la mesa.
María juega con el encendedor entre los dedos, lo mira, y le da fuego.
-El productor de Sivori -dice él- muere de un infarto en medio de las negociaciones para filmar la película. Su hija, que siempre se ha llevado mal con el padre, está trabajando como meritoria de dirección y el vínculo con él se estrecha más...
-Pero es verdad que Sivori -dice María- estaba enamorado de la mujer de enfrente.
-Sí, eso es verdad. ¿Cómo sabés?
-Carola tenía el libro en su casa y lo empecé a leer anoche.
Él fuma. Mira el cielo sin luna y casi sin estrellas. Alguna vez, Sivori y su productor, Dippy, volvían a fumar en La Placita, que está a una cuadra. Y para hacerlo tenían que salir del bar.
Ya no se fuma en el interior de los bares de Buenos Aires. Ni en las películas. Ni en muchas reuniones en casas particulares. Nada se extraña tanto como los malos hábitos. O el humo.
-De hecho -dice él-, la mujer de enfrente fue la que me inspiró casi toda la novela.
-Creés en la inspiración.
-No. Era una manera de decir.
-Ah, qué bueno.
Se acerca una moza y él le pide otros dos cafés y una botellita de agua fría sin gas.
Sivori es un personaje creado por él para escribir su última novela.
En esa novela, Cine, Sivori es un director de cine independiente que acepta un encargo: filmar una película sobre Evita, y es el protagonista de la novela, él y sus vicisitudes frente al proyecto que aceptó y frente a las vicisitudes de la vida misma.
María vuelve a reírse:
-Sivori... -dice-. No está mal. Y le gusta que lo llames así.
-Se divierte. Le gusta, es un poco raro. Él no es así, él no es Sivori, pero es como si le gustara serlo.
-¿Tomamos otro café?
-Sí, claro.
Se la ve cómoda, a ella, sentada en ese silloncito de lata en la terraza del bar. Se la ve como si hubiese encontrado un tramo de calma chicha en aguas normalmente agitadas.
Entonces es él, ahora, quien tiene ganas de fumar un cigarrillo.
Saca uno del paquete que ella dejó sobre la mesa.
María juega con el encendedor entre los dedos, lo mira, y le da fuego.
-El productor de Sivori -dice él- muere de un infarto en medio de las negociaciones para filmar la película. Su hija, que siempre se ha llevado mal con el padre, está trabajando como meritoria de dirección y el vínculo con él se estrecha más...
-Pero es verdad que Sivori -dice María- estaba enamorado de la mujer de enfrente.
-Sí, eso es verdad. ¿Cómo sabés?
-Carola tenía el libro en su casa y lo empecé a leer anoche.
Él fuma. Mira el cielo sin luna y casi sin estrellas. Alguna vez, Sivori y su productor, Dippy, volvían a fumar en La Placita, que está a una cuadra. Y para hacerlo tenían que salir del bar.
Ya no se fuma en el interior de los bares de Buenos Aires. Ni en las películas. Ni en muchas reuniones en casas particulares. Nada se extraña tanto como los malos hábitos. O el humo.
-De hecho -dice él-, la mujer de enfrente fue la que me inspiró casi toda la novela.
-Creés en la inspiración.
-No. Era una manera de decir.
-Ah, qué bueno.
Se acerca una moza y él le pide otros dos cafés y una botellita de agua fría sin gas.
81. Resumen
Versión en alemán
Se sugiere omitir la publicidad inicial
Georges Perec (París 1936-Ivry-sur-Seine 1982)
Artigas 3246. En este edificio del barrio Rawson y Agronomía (CABA) vivió Julio Cortázar
En el edificio de la izquierda del Pasaje Dauphine (París) han vivido hasta hoy
María Fournier y su madre, Julia
El ojo, después de la operación, con la pupila dilatada
Georges Perec (París 1936-Ivry-sur-Seine 1982)
80. Anexos
No es un secreto que Lars von Trier trabajó en Dogville inspirándose en la canción Pirate Jenny escrita por Bertolt Brecht para La ópera de dos centavos con música de Kurt Weill (1928). Su tema final, y estremecedor, es la venganza después de haber padecido feroces humillaciones. Entre muchas grabaciones más o menos contemporáneas se encuentran las de Ute Lemper y Nina Simone.
Edificio donde vive Carola Holms en la esquina de Cerviño y Lafinur
Julio Cortázar
79. El vacío
Ella es alta y tiene el pelo rubio oscuro cruzado por algunas canas. Usa una pollera corta, una musculosa y balerinas negras y un bolso amarillo mostaza colgado del hombro derecho. Se sientan a la mesa de un bar, en una terraza, mirando hacia La Placita, que está a una cuadra, y ella extiende las piernas, cruza los pies y enciende un cigarrillo. Todavía fumo ¿sabés? Poco, pero fumo. Y me gusta hacerlo en momentos como este, en el que lograste que no pensara en nada malo, en ninguna de esas cosas que me provocan un poco de angustia... Puedo hablar de mi madre horas sin ponerme mal. Incluso puedo hablar de la muerte de mi padre sin que me signifique nada tortuoso. Al contrario. Pensaba recién que a lo mejor, entre nosotros, que no nos conocemos, es necesario que lo haga. No porque por eso me vayas a conocer mejor sino porque son huellas que la vida nos fue dejando y que han hecho de nosotros el reverso de lo que somos. Pero ya sin rencores, ni con los hechos ni con los protagonistas. Entonces me digo que es un buen momento para tomar un café y fumar un cigarrillo. Si estuviera en casa y sola a lo mejor me haría un porro y fumaría un poco de marihuana. No sabés cuánto me gusta mirar películas un poco fumada, dice ella, y él siente que han entrado en contacto, ella y él, a través de una red no sólo invisible sino sobre todo secreta y que se han reunido en un punto concreto, tangible, uno de esos puntos que hacen del vacío el mejor lugar para refugiarse de los estragos que esperan en casi todos los caminos. Ella dice todo lo que dice y sonríe, y él le mira las piernas, el pelo, la boca cuando fuma, las manos, y piensa que este es el momento justo para ponerse a salvo de esta mujer o de aceptarla para siempre. Las historias de amor se escriben solas.
Casa de Té en el Pasaje Dauphine (París)
78. Los Galgos
Tiene razón Sivori cuando le dice que Carola y María antes que sofisticadas están inscritas por las circunstancias o por los modos de sus vidas laborales. No están donde están sólo porque quieren sino porque para estar donde están es necesario algo en el orden del desprendimiento y de la moderación. No se puede pretender que la gente se entienda mejor gracias a tu trabajo si no hacés tu trabajo con una dedicación que a veces se pone por arriba de todo, como una exigencia. Mi hija se llama Mora, dice él, cumplió 24 años, recién se recibió de arquitecta y tiene una enorme imaginación para diseñar edificios, proyectos nuevos, en medio de espacios condicionados por otros edificios tanto o más originales o creativos que el que vendrá a sumarse. El mes que viene empieza una pasantía en el estudio de Pelli para el edificio corporativo de una empresa en Puerto Madero Sur. Mora vivió conmigo los últimos tres años y ahora se fue a vivir sola a Colegiales. Nos vemos seguido, casi siempre almorzamos juntos una vez por semana, y hablamos. Es muy dulce y sé que le hace bien sentir que sigo cerca de ella... Qué bueno, dice María, yo no quise tener hijos con un hombre al que amaba, hace diez años, por mi trabajo. Puse el trabajo por encima de una vida familiar. Al principio me sentí feliz y fuerte con la decisión, dice, hoy no estoy tan segura pero ya está, el tiempo pasa y las mujeres vamos quedando afuera de alguno de los mercados posibles, el laboral, el familiar, el artístico, ¿no? Caminan por Palermo, ella y él, sin urgencia, sin un destino inmediato, reconfortados todavía sin saber hasta qué punto por este encuentro que ninguno de los dos podía imaginar apenas un par de días atrás. Esta noche, de todas maneras, él recibirá un mail, también inesperado, de la chica que el creía que mejor lo había querido en la vida, en el que le dirá que a pesar de que ella no recuerde de qué diario escrito por ella hablaba él y de que les habían sacado fotos en Pedraza, Segovia, cuando viajaron juntos un invierno a Madrid, no entendía por qué no se los había devuelto. Y que se había puesto a pensar, le dirá, y que sí recordó que él siempre, en el fondo, le había parecido un hombre oscuro, frío y sin amor.
Granite Mountain. Little Cottonwood. Utah
(EE UU)
En
los túneles excavados en la roca de esta montaña se guardan
los archivos de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días, también conocidos como mormones: millones de registros
genealógicos de habitantes de todo el planeta. También los tuyos. ¿Para
qué los quieren? A nosotros también nos gustaría saberlo.
77. El ojo
La verdad es que a veces extraño el Pasaje Dauphine. Es raro vivir en una calle tan tranquila en pleno Saint-Germain. Me encanta tomar el té en ese barcito y quedarme a leer cuando hay sol, no me importa si es invierno o verano. Cortázar, cuando tenía su estudio por ahí cerca, iba muy seguido. A veces hablé con él, yo era muy chica y me hacía gracia un hombre tan alto y tan simpático que hablaba conmigo no por compromiso o educación sino porque le gustaba. Una vez me pidió que le contara la historia de mi madre. Yo ya sabía que él era un gran escritor. Siempre andaba con un libro en la mano. Un día se lo dije y él me dijo que era su acompañante fóbico. Y se rió... Pero en el fondo ya no quiero saber más nada con París. A diferencia de mi madre yo nunca me llevé del todo bien con la familia de mi padre. Gente pretenciosa. Pequeñoburgueses maleducados que creen que pueden atropellar a todo el mundo. A mí me parece que se preocuparon más por guardar las formas y esconderse en el silencio que por entender por qué se suicidó mi padre. Ese, por motivos diferentes, es un punto de contacto que tienen con mi madre y creo que fue a partir de esa coincidencia que nunca, ni siquiera en secreto, le echaron la culpa a ella. Yo conozco apenas Buenos Aires. Pero voy a aprovechar este año acá y voy a decidir si a partir del año próximo cuando no tenga que estar en Bruselas me vengo a vivir a Buenos Aires. París es muy atractiva pero me sofoca. Y yo ya estoy vieja para andar de sofocón en sofocón. Ella, María, se ríe cuando él le pregunta cuántos años tiene y le dice Bueno, es una manera de decir... 41, dice, acabo de cumplir 41 años y todo el mundo sabe que esto para una mujer es una catástrofe. Entonces, para cambiar de tema, ella le pregunta a él por su hija: ¿Y tu hija, Juan? ¿Cómo te llevás con tu hija?
Gente sin techo (CABA). Y fuera de foco.
76. Otra historia
Así que fueron a comer a Guido, en República de la India, y después volvieron al departamento de Carola en Cerviño y Lafinur para ver 06/05 de Theo van Gogh, que a él le interesó menos de lo que le interesa a Sivori seguramente por motivos diferentes. Y María Fournier se mostró amigable y servicial: preparó las copas, abrió una caja de chocolates que había traído de Bruselas y se sentó junto a él, en un sillón de dos cuerpos, para ver la película. Y él no pudo ni quiso dejar de mirarle las piernas, las manos, la boca: una mujer consistente. Entonces quedaron, él y María Fournier, en volver a verse en un par de días.
Ahora, dice María, su madre quiere irse a vivir al campo, a una casa que su padre tenía en la Baja Normandía, cerca del mar y no muy lejos de París. Su madre, Julia, ya no quiere hacer más nada y vivir de una huerta y algunos animales le llena los ojos de vida. Por eso ella, María, en un año sabático, ha venido unos días con Carola a Buenos Aires. Los planes son estos: Carola se quedará todo un año en Bruselas, María se vendrá a Buenos Aires ese año y vivirá en el departamento de Carola; después de este viaje de toma de contacto María volverá a París y asistirá a su madre en la mudanza. Después regresará ya para quedarse.
La madre de María, Julia, había nacido en Rosario y después había pasado una temporada en Buenos Aires, donde conoció a Paul Fournier. Siempre ha contado la madre de María, que fue un amor a primera vista. Entonces se fue a París con Paul Fournier, y se casaron allá, y vivieron en la casa de él en el Passage Dauphine, 6e Arrondissement, y ella siguió viviendo en esa casa con ella, con María, después de que el padre de María una noche se suicidó en un hotel de mala muerte de la Rue des Écoles sin que hasta el día de hoy ella, María, su hija, haya podido saber si había habido una causa -siempre la hay en un suicidio- que pusiera a ese hombre en el camino del final, pero su madre siempre insistió en que su marido no tenía ningún motivo, a fines de los años '70, absolutamente ninguno, para tomar una decisión como esa.
Ahora, dice María, su madre quiere irse a vivir al campo, a una casa que su padre tenía en la Baja Normandía, cerca del mar y no muy lejos de París. Su madre, Julia, ya no quiere hacer más nada y vivir de una huerta y algunos animales le llena los ojos de vida. Por eso ella, María, en un año sabático, ha venido unos días con Carola a Buenos Aires. Los planes son estos: Carola se quedará todo un año en Bruselas, María se vendrá a Buenos Aires ese año y vivirá en el departamento de Carola; después de este viaje de toma de contacto María volverá a París y asistirá a su madre en la mudanza. Después regresará ya para quedarse.
La madre de María, Julia, había nacido en Rosario y después había pasado una temporada en Buenos Aires, donde conoció a Paul Fournier. Siempre ha contado la madre de María, que fue un amor a primera vista. Entonces se fue a París con Paul Fournier, y se casaron allá, y vivieron en la casa de él en el Passage Dauphine, 6e Arrondissement, y ella siguió viviendo en esa casa con ella, con María, después de que el padre de María una noche se suicidó en un hotel de mala muerte de la Rue des Écoles sin que hasta el día de hoy ella, María, su hija, haya podido saber si había habido una causa -siempre la hay en un suicidio- que pusiera a ese hombre en el camino del final, pero su madre siempre insistió en que su marido no tenía ningún motivo, a fines de los años '70, absolutamente ninguno, para tomar una decisión como esa.
75. Etcétera
I
Maculopatía óptica
II
Ella no recuerda que fueron juntos a ver Terciopelo azul en un ciclo dedicado a David Lynch en la Lugones. Pero sí recuerda que a él no le había gustado Duna que era del '84, dos años anterior a Terciopelo azul y que también la dieron en aquel ciclo de reposiciones. Y recuerda, ella, la chica que él creía que era la que mejor lo había querido en la vida, que a él le había gustado El hombre elefante y que le había dicho, ella, a la salida del cine, mientras en la calle Corrientes hacía calor y había olor a mugre, que si le gustaba El hombre elefante a él no le gustaba Lynch.
De todas maneras, hasta en eso, le dice ahora él, en el café Los Galgos, había sido ella precoz, en la devoción por David Lynch hace tantos años. Y ella se ríe pero dice que no cree haber sido tan precoz como él dice sino más bien una adolescente tardía y dispuesta a epatar.
III
Área 51. Desierto de Nevada (EE UU)
La base
militar secreta menos secreta del mundo. Ha salido en infinidad
de películas y series de televisión, desde Día de la Independencia hasta Los expedientes
secretos X. Aunque el Gobierno de Estados Unidos se empeñe en
negarlo, allí se guardan artefactos extraterrestres.
IV
Por fin, ante la insistencia de Sivori, él le dice que sí, que de acuerdo, que irán a comer esta noche con Carola y con María; le dice que acepta el comentario de Sivori acerca de que no son chicas sofisticadas sino que tienen medios de vida muy poco convencionales si se los mira desde Buenos Aires; y le dice, él, por otro lado, que también acepta la idea de Sivori de que no le hará nada mal, a él, salir un poco, ventilarse, y pensar en otra cosa.
74. Resumen
*
Algunas de las cosas que en todo caso tendría que hacer antes de morir:
Dejar de fumar.
Vestirme de una manera completamente diferente.
Vivir en un hotel (en París)
Ir de Marruecos a Tombuctú a lomo de camello en 52 días.
Encontrar la solución del cubo mágico.
(Georges Perec)
*
La literatura ya es sólo festivales, ferias, concursos y residencias creativas. Una pasarela. Nada.
Eso le dice a Sivori, y piden otras dos cervezas y un par de platitos de jamón y queso.
Y si eso no es la literatura es lo que pasa con la literatura que se publica. Más de los mismo. Oropeles. Figurones hablando al pedo. Intelectuales presumidos nunca se sabe de qué.
RIP.
Por las dudas, hablemos sólo de la escritura, dice él. La escritura, podemos aceptar, tiene sentido. Pero ese, su sentido, es privado. A nadie le interesa el sentido público de la escritura porque no sirve para ir a un festival o para dar una entrevista por televisión con el alma en paz.
Y siempre, dice, no sin ironía, es más reconfortante escribir un par de twits ¿no?
En Europa hubo una sola cosa peor que Angela Merkel: Margaret Thatcher.
O:
Ciento cuarenta caracteres valen más que mil palabras.
O:
Las gaviotas matan a las ballenas. Por eso hay que matar a las gaviotas.
*
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